Y así, sin que nos demos cuenta ni se lo hayamos pedido a nadie, se han terminado las vacaciones para la mayoría de los trabajadores gasteiztarras, y también para los estudiantes –de ellos no me compadezco, que llevan tres meses restregándonoslas–. Las procesiones de maletas y caras largas comienzan a desfilar por las calles de la ciudad al mismo tiempo que las plazas de aparcamiento disponibles escasean tras varias semanas de barra libre. El caso es que mañana, 1 de septiembre, es una fecha marcada en rojo, por lo negativo, para mucha gente. Aunque nos lo intenten vender como un día para renovar ilusiones, ser mejores que el curso pasado y comenzar a cumplir objetivos, es fácil caer en la tentación de tomarlo simplemente como el inicio de la cuenta atrás para poder volver a hacer turismo, desconectar en el monte o broncearse en la playa el próximo verano. Sí, estos días se van a hacer un poco cuesta arriba, pero creo que por respeto a quienes no cuentan con un trabajo al que regresar o no tienen la posibilidad de tomarse esas semanas de descanso, merece la pena poner la mejor cara posible y valorar lo que tenemos. Ojalá podamos hacer frente a la crisis que nos acecha y el número de trabajadores que vuelva de vacaciones dentro de un año aumente.