Es como en aquella película, Johnny Guitar: “Dime algo bonito. Claro, ¿qué quieres que te diga? –preguntaba Joan Crawford–. Miénteme, dime que me has esperado todos estos años”. Boris Johnson superaba el lunes la rebelión de parte de las filas tories por 211 votos contra 148. Supongo que al terminar el día se iría al pub –o a Downing Street, tanto monta– a brindar con una pinta. El mismo tipo que cuando Theresa May se vio en el mismo brete dijo que la oposición del 37% a la entonces primera ministra exigía su dimisión, silbaba el lunes a la vía cuando a él le censuraba el 41% de los suyos. ¿Y qué esperabas? Pues es verdad. El Johnson del Partygate, el que mintió en la Cámara de los Comunes, el que se iba de fiesta en su residencia oficial cuando sus conciudadanos permanecían confinados en lo peor de la pandemia, es el mismo que admitió sin tapujos que mintió durante la campaña del brexit y el que fue acusado de mentir a la mismísima reina, jefa de Estado que por cierto se codeó con Winston Churchill. Las comparaciones deben de ser odiosas. Y me pregunto, ¿qué le queda a un político, a un servidor público, cuando su palabra no es fiable? ¿Qué dicen de nosotros, de la ciudadanía, estos tiempos y estas realidades? “Miénteme, dime que me has esperado todos estos años”.