l parecer, el primer ministro británico, Boris Johnson, va a prohibir el alcohol en el 10 de Downing Street ante la cascada de informaciones sobre las fiestas en su residencia oficial mientras el país estaba sometido a fuertes restricciones por el coronarivus, algunas de ellas coincidiendo con los momentos de mayor letalidad de la pandemia. No sé si la medida podría compararse al cierre de la legendaria Studio 54 o lo que sería que Amnesia en Ibiza echara la persiana. La fantasía de lo que los medios británicos han denominado Partygate es tan maravillosa, tan surrealista, que Johnson justificó en la Cámara de los Comunes su asistencia a una de las parties afirmando que creyó que era una reunión de trabajo. La reunión de trabajo fue convocada mediante un mail que concluía: "Traigan su bebida". Para que no decaiga el frenesí, tenemos dos operaciones en marcha con nombres a la altura del desparrame, rollo Monty Python: Operation Red Meat -operación carne roja-, brillante denominación para referirse al pan y circo que desvíe la atención pública y permita salvar al primer ministro; y Pork Pie Putsch -complot del pastel de cerdo-, no menos genial apelativo para el intento de parlamentarios tories de forzar la dimisión de Johnson. Deseando que llegue el próximo capítulo.
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