l arranque de cada nuevo año suele coincidir con un incremento de los precios en muchos servicios y productos, pero la sensación que le queda a quien escribe es que la cuesta de enero este año está siendo más empinada que de costumbre y que los euros se van del bolsillo con una facilidad increíble para el ciudadano. Desde hace meses se viene hablando del precio de una electricidad que está por las nubes, pero la gasolina tampoco se ha escapado de esa tendencia al alza constante. El septiembre llegó una subida generalizada del pan, mientras que con la llegada de 2022 han sido muchos bares los que han incrementado sus tarifas. Por no hablar de las cuotas de cumplimiento obligatorio que tenemos que cumplir con nuestras administraciones; algunas han sido congeladas para este ejercicio, pero otras también se han incrementado. Como siempre en estos casos, hay alzas que guardan relación directa con el incremento del coste de la vida, mientras que otras responden exclusivamente a la especulación y el deseo de enriquecimiento. Y es que, si las crisis se pagan, también hay quienes sacan partido de ellas para enriquecerse. Y ahí están los precios de mascarillas o pruebas antígenos para demostrar que siempre hay quien ríe -y mucho- cuando el mundo llora.
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