l año pasado comenzó con una imagen tan surrealista como inquietante: la del asalto de una turba conspiranoica, variada y enardecida al Capitolio en Washington. Para no perder la constumbre, este año también hemos comenzado con una ración de surrealismo del bueno, esta vez versión deportivo-pandémica. Sí, claro, el Djokovicgate. A todas luces, la gestión que las autoridades australianas han hecho de este asunto deja bastante que desear -con un cruce previo de la exención médica concedida por el Estado de Victoria luego denegada por el Gobierno del país-; igual que dejan mucho que desear el manual de ética que maneja la asociación de tenis australiana y la organización del Abierto de Australia -business is business, my friend- y la actitud del tenista, que ahora sabemos que está por encima del bien y del mal. Pero lo más bizarro de este asunto ha sido la rueda de prensa que se marcó la familia Djokovic, con la silenciosa aprobación del deportista. "Jesús fue crucificado en la cruz y le hicieron de todo, pero está vivo entre nosotros incluso ahora. Ahora Novak está siendo crucificado, le están haciendo de todo". "Novak es Serbia y Serbia es Novak. Están pisoteando a Serbia y, al hacerlo, pisotean al pueblo serbio". Discurso de segundo curso de Trump y Cía.
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