a asamblea de majaras ha decidido: mañana sol y buen tiempo. Como en la revuelta en el frenopático que cantaba Kortatu, los principales líderes políticos del planeta se reunieron en Roma y decidieron fijar el límite del calentamiento global en 1,5 grados. No concretaron cómo ni cuándo pero se mostraron muy comprometidos y se sacaron muchas fotos. Para el álbum queda la de los mandamases del G20 en la Fontana de Trevi con lanzamiento de moneda incluido, que dicen que trae buena suerte. Confío en que sus planes vayan más allá de apelar a la fortuna. La reunión era la antesala de la pomposa cumbre climática anual que estos días acoge Glasgow y que sirve para constatar los incumplimientos de promesas como la de Roma o las surgidas de las conjuras para salvar el mundo que cada año se anuncian como la última oportunidad. Siguen fuera del debate los cambios de modelo productivo y de consumo -muy a lo lejos se oyen susurros sobre relocalizaciones o aumentar la vida útil de los productos-, mientras los ciudadanos seguimos reciclando, comiendo menos carne y bajando a comprar con nuestra bolsa de tela. Todo ello a las puertas de unas navidades en las que volverán a entrar en casa un montón de cosas que no necesitamos. Yo, como un majara más, ya estoy escribiendo mi carta al Olentzero.
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