o es por ser cenizo, pero esto del covid amenaza con solucionarse. Los datos sanitarios van camino de alegrar la vida a las autoridades sanitarias, la campaña de vacunación parece haber cumplido con lo que se pretendía e, incluso, los botellones ganan cotas de racionalidad según avanza este otoño, que está llamado a ser el de la recuperación de la vida según la conocíamos antes de que las mascarillas fueran el complemento ideal para salir de casa. Barrunto que a partir de ahora esto va a ser una fiesta continua, una especie de Sodoma y Gomorra poscovid, un remake de los felices años 20 del pasado siglo que, si no me equivoco mucho, acabaron de golpe con una crisis económica de aúpa y una guerra mundial de esas que dejan al planeta temblando. Ahora, justo un siglo después de aquel renacer para acabar pifiándola, estaría bien avanzar con criterio y evitar recetas que medio mundo sabe que acabarán en tragedia. Sin embargo... Bueno, ya conocen mi proverbial desconfianza en la raza humana y en su capacidad para convivir, y más ahora, que tras año y medio de sufrimiento continuo, ha sido capaz de pasarse por el forro cualquier atisbo de empatía y de colaboración con los que menos pueden y tienen. En fin, que Dios nos pille confesados.
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