ues no hay manera. Aún hay gente que sigue insistiendo en que esta sociedad ha mejorado tras padecer las consecuencias del bicho del demonio. Se les llena la boca con palabras etéreas como solidaridad y fraternidad mientras el mundo padece las consecuencias de una ola irreductible de polaridad mal parida, de comportamientos guiados por un odio visceral sin sentido y de cinismo mayúsculo, que se ha tornado visible en modas surgidas en el tuétano mismo del fanatismo. No hace falta más que repasar las páginas interiores de la prensa para comprobar el cariz de los acontecimientos, tanto de alguno de los más cercanos, como de aquellos que llegan allende los mares. Cada vez más egoístas, menos dados al entendimiento y con menos dedos de frente. Ya sé que generalizar es condenar a justos y pecadores en el mismo tribunal, pero a estas alturas de la película se me antoja muy complicado rescatar comportamientos dignos de mención humana, que seguro que los hay, y a toneladas. En fin, supongo que escribo estas líneas muy influenciado por mi descreimiento ante la Humanidad, a la que cada vez veo más asentada en su papel de catástrofe pandémica global, capaz de arrasar con todo aquello que es bueno. En fin, disculpen mi pesimismo.