uando rompió el cuarto sello, oí la voz del cuarto viviente que decía: ¡ven! Miré y he aquí un caballo amarillo. Y el nombre de quien lo montaba Muerte, y el Hades lo seguía. Y se les dio poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar por medio de la espada, el hambre, la peste y las fieras de la tierra”. Como para no tener el cuerpo apocalíptico. Hemos hablado mucho de distopías con esto del coronavirus, pero tampoco descartemos que andemos metidos en alguna oscura trama ideada por Dan Brown de la que, confiemos, Robert Langdon/Tom Hanks nos rescate pronto. O, quizá, estamos en El jardín de las delicias de El Bosco, sumergidos ya en su parte derecha, o descendiendo de la mano de Virgilio en el infierno dantesco. Puestos a citas apocalípticas, ahí está el inquietante y deshumanizado “me gusta el olor a napalm por las mañanas”, ese magnífico Robert Duvall. 2020 pasará -aún le quedan cuatro meses-, incluso pasará el coronavirus, o el virus del Nilo que se ha apuntado a la fiesta, o el desastre económico en el que el primero nos ha metido. Incluso, permítanme cambiar de tercio, los culés superarán la airada marcha de Messi. No creo de todas formas que vaya a oler a victoria, pero algún día, como continuaba Duvall, esta guerra acabará. Esperemos.
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