se está convirtiendo en consuetudinario, una costumbre asociada en este caso al poder. Los líderes sellan sus bocas cuando no tienen nada positivo que vender, cuando se ven expuestos en alguna situación incómoda. Temen quemarse, supongo. Y que les den a los ciudadanos, que son medio bobos y olvidan enseguida. Le pasó a Rajoy con sus ya famosas comparecencias por plasma -aunque ahora sí habla de su libro- y le está ocurriendo a su sucesor Sánchez, que ha optado por la espantada cuando se esperaba el tradicional balance anual por parte del presidente del gobierno. Pues Sánchez no habla porque aún no tiene la investidura atada y, claro, qué nos va a decir. Pues nada, a seguir esperando a ver si es capaz de cerrar las negociaciones con ERC mientras la derecha se desespera ante esta traición a los sacrosantos valores de su España. Y los ciudadanos trabajando, los que pueden, y pagando impuestos para, entre otras cosas, que estos señores sigan cobrando mientras pactan sus programas y sus puestos. ¿A que usted no le pagan nada mientras negocia su contrato? Pero ni hablar de eso, ni de nada más, mientras el viento sea desfavorable. La callada por respuesta, como las ruedas de prensa sin preguntas. Otra falta de respeto, una más.