Su experiencia con nuestra sanidad pública le hace decir que ni todo es blanco ni todo es negro…
–Soy defensor a ultranza de la Sanidad Pública, sobre todo, desde que, por necesidad familiar, tuve que recurrir a ella hace ya 12 años. No es un planteamiento ideológico ni siquiera económico, ni de la gestión de la sanidad como negocio: estudié economía pero rechazo el economicismo. Considero que la salud y la sanidad deben ser signos de solidaridad, universalidad, igualdad y equidad, y, claro, con financiación a través de los impuestos directos.
Osakidetza, en mi criterio, ya no es “la joya”. Las causas son algunas de ellas objetivas/estructurales/externas, como el envejecimiento de la población con efecto directo en la morbilidad, así como la pandemia. Sin embargo, tenemos unos profesionales excelentes. Por ello no estoy de acuerdo en que nuestro sistema sanitario público sea un “desastre”. Me parece que es un prejuicio y una posición no equilibraba ni justa.
Aunque todos somos usuarios, usted sostiene que la ciudadanía no conoce realmente el sistema sanitario. Explíqueme esa idea.
–Ese es un problema grave. La idea de que “¿para qué preocuparse por la salud?” es bastante habitual. Otras personas piensan que “ya me curaran, que para eso pago impuestos y están los profesionales”.
¿Y cómo podríamos mejorar esa implicación y ese conocimiento de la ciudadanía?
–Siempre es difícil la implicación en estos temas. Tengo experiencias propias y también en Osakidetza. Habría que mejorar las iniciativas insistentes en Osakidetza, mejorar la coordinación con la ciudadanía, las Asociaciones de Pacientes y los consejos de distrito. Creo que falta voluntad política y una estructura especifica que incluya la prevención, el desarrollo de los Consejos Sociales a nivel de las O.S.I.
Sostiene que no le concedemos importancia a la prevención, y de ahí se derivan muchos problemas.
–La insuficiente prevención, a nivel primario especialmente, genera una morbilidad que acaba o desemboca en enfermedades crónicas con todas sus consecuencias
La atención primaria tiene mucha tensión. ¿Ve alguna solución, teniendo en cuenta que cada vez vivimos más y casi todos tenemos una o varias dolencias crónicas?
–Sinceramente, no tengo la solución. Supongo que hay datos y estudios más que suficientes para abordar la cuestión. Para ello se necesita un consenso que reduzca los prejuicios.
De lo que sí podemos estar satisfechos es de la calidad profesional y humana del personal sanitario…
–Yo lo estoy. Salvo excepciones, la calidad profesional y humana y la voluntad de servicio son altas. Lo han demostrado y lo siguen demostrando.
¿Qué consejo le daría a los gestores y a los responsables políticos?
–Los gestores constituyen un tema de mejora. Deben ejercer un liderazgo basado en una visión humanista integral y comunicarse mejor con la ciudadanía. En cuanto a los responsables políticos, deberían apartarse lo más posible.
¿Cree que la sanidad se utiliza como arma política? Si es así, eso no puede ser bueno…
–Por supuesto, así es en la situación actual. El sistema sanitario se lleva la mayor parte del presupuesto público. Deberían cambiar muchas cosas.