Aguardaba con una curiosidad pelín malvada dos reacciones concretas al reconocimiento de la otrora Doña de Somoto, Ana Urchueguía, de que prevaricó y malversó un pastizal de los fondos de cooperación solidaria con la localidad nicaragüense. Me temo que no llegaré a escuchar la del hoy portavoz del PSOE en el Congreso y lehendakari protector en esos meses en los que Grupo Noticias fue sacando a la luz la ingente cantidad de pufos de la señora; ya dije aquí mismo que no vendría mal una disculpa a nuestros periodistas por haberles acusado de mentir, inventar y pagar sobornos. A cambio, sí he tenido la oportunidad de escuchar al actual secretario general de los socialistas vascos. Si atendiéramos solo a los titulares, cabría ponderar positivamente las palabras de Eneko Andueza, que calificó como “inaceptables” los comportamientos como el de su (creo que ya) excompañera de partido. Poco habría que objetar, si no fuera porque el marrón no viene de ayer sino de hace más de dos decenios. La retahíla de delitos ahora reconocidos se produjeron entre 2000 y 2009, y fueron documentados en 2011, aunque la mayoría eran un secreto a voces desde bastante antes. En el PSE de Gipuzkoa y de Euskadi eran perfectamente conocidos. Era una realidad imposible de negar. Menos, cuando circulaban vídeos que ilustraban cómo las gastaba Urchueguía en lo que convirtió en su rancho. En ese momento se debió actuar. En su lugar, se optó por negarlo todo, defender a capa y espada a la señalada y obstaculizar en todas las instituciones cualquier intento de investigación. Así que sí, comportamiento intolerable, pero actuación tardía.