- Comprendo que me reprochen la humorada de venirles con esta efeméride. Como dijo el director de uno de los diarios del Grupo Noticias a quien no delataré, ya están otras cabeceras de más abajo del Ebro para ocuparse de la hiperactiva lideresa. Déjenme que argumente -o simplemente, que me defienda- señalando que lo que ocurrió en la Comunidad de Madrid tal día hace un año debería ser objeto de estudio serio en las facultades de Ciencias Políticas y, desde luego, en las de cualquier disciplina que tenga que ver con la comunicación. Y el aprovechamiento mayor no será para los aspirantes de derechas a emular la hazaña de la doña, sino para las formaciones autotituladas “de progreso”, que encontrarán en este caso una lista kilométrica de actitudes que conducen al fracaso estrepitoso en una contienda electoral.
- Ahí tenemos la lección número uno. Si el 4 de mayo de 2021 Isabel Díaz Ayuso reventó las urnas madrileñas hasta quedarse a un suspiro de la mayoría absoluta, no fue principalmente por sus virtudes (que no las negaremos), sino por los defectos de sus soberbios adversarios. Desde la misma convocatoria aprovechando la cagada cósmica del PSOE en Murcia, la hizkierda berdadera no dejó de meter la pata respecto a la presidenta por accidente (el hoy defenestrado Casado la puso de candidata para que se comiera un hostión que no llegó a producirse). La primera gran cantada fue la chulería machuna del hoy telepredicador Iglesias Turrión, que abandonó su vicepresidencia de adorno del Gobierno español para plantarle cara como candidato de Podemos. La bofetada fue de proporciones ritabarberarescas y, una vez contados los votos, al bravucón no le quedó más que cortarse la coleta y pasar a mejor vida. Literalmente, porque de opinatero vive de narices.
- Pero mejor vive ella, entronizada como emperatriz de Sol y convertida en paladín de la libertad de baja intensidad, la que ha quedado simbolizada para los restos en una caña bien tirada y una ración de chopitos. Algo con lo que le es muy fácil empatizar, incluso simpatizar, al común de los mortales. Había que ser muy destalentado políticamente para declarar una alerta antifascista contra quienes en aquellos días de pandemia todavía rigurosa suspiraban por unas gotitas de normalidad. El resultado del error fue la consagración como lideresa de alguien con las aptitudes justas para trabajar en una correduría de seguros, que era también lo que pensaban Casado y Teo. Miren dónde está la una y dónde los otros. Y no dejen de tomar nota.