- Resulta enternecedor. 54 años menos un mes después, los nietos del mayo francés han vuelto a tomar la universidad de La Sorbona. Y lo hacen, según la naif pancarta que ilustra estas líneas, “contra Macron, Le Pen y el mundo de ambos”. Cualquiera entra a explicar a los aguerridos ocupantes que, por esas casualidades de la vida que en realidad no lo son, la ciudadanía de su país ha decidido que el próximo domingo la presidencia de su país se dirima justamente entre las dos personas contra las que proclaman que se dirige su heroica acción. Si supieran sumar (o, en realidad, si quisieran saber), comprobarían que están en situación de minoría precaria. Su opción, que tampoco queda muy claro cuál es, no ha pasado el corte. En eso, los pintureros protestantes se parecen un poco a sus antecesores originales. Porque nos ha quedado mucha épica parda de aquellos días, pero se olvida que en las elecciones que siguieron a la presunta revolución, el malvado De Gaulle arrasó.

- También se pasa por alto, ya puestos a señalar incomodidades, que la inmensa mayoría de los protagonistas de tan lírica gresca acabaron perfectamente empotrados en el sistema que pretendían combatir. De hecho, son los muñidores de la Francia que tanto afrenta a esta pequeña privilegiada porción de jóvenes (no todo el mundo puede estudiar en La Sorbona, ni siquiera en el siglo XXI). Así que quizá sea cuestión de dejar pasar los años para que los hoy entusiastas rebeldes vayan encontrando el pedacito de confort que les tiene reservado la malvada realidad que denuncian. Dentro de unos pocos lustros, es altamente probable que sus descendientes se levantarán contra la sociedad que ellos y ellas habrán creado. Parece casi ley de vida.

- Lo que está por ver de aquí a entonces es si en la república francesa se ha dado el gran vuelco que tanto se teme desde el principio de este milenio y que hasta la fecha no ha acabado de consumarse. Por tercera vez desde 2002, la extrema derecha opta a la presidencia del hexágono. Pese a que antes de la primera vuelta se difundieron encuestas alarmistas que señalaban un empate y pese, también, a que por puro espectáculo, hay quien gusta de agitar el espantajo de un resultado igualado, en el minuto en que escribo todo hace suponer que la aspirante ultramontana volverá a quedarse con un palmo de narices. Ganará Macron porque, siendo todo lo mejorable que ustedes quieran y pese a lo que digan las pancartas posadolescentes, su mundo no es como el de Le Pen.