ay que ver cómo nos gusta a los plumíferos la pirotecnia en los titulares. Eso, y hacernos trampas en el solitario a la vista de todo el mundo. “El efecto Feijóo dispara al PP en el CIS”, encabezamos ayer y hoy 99 de cada cien medios, pasando por alto voluntariamente que hasta el que reparte las cocacolas sabe que Tezanos se saca los datos, si no de la entrepierna, por lo menos, de la sobaquera. El histórico de la comparativa de sus vaticinios con la realidad demuestra que el carísimo instituto demoscópico público español tiene un índice de acierto por debajo del de la escopeta de feria más chungalí. Claro que, como también tenemos certificado, los groseros fallos no atienden necesariamente a la incompetencia sino a la intención desparpajuda de arrimar el ascua a la sardina ideológica del señorito.

El resto del trabajo lo hacemos, insisto, los trasegadores de información al distribuir la mercancía averiada sin siquiera pasarla por el cedazo. Bien es cierto que también lo hacemos porque nos sirve para llenar de material gratuito de aluvión minutos de tertulia o centímetros de papel y/o pantalla. ¿Que hay que vender el Efecto Feijóo? Oiga, pues se vende acompañado de toda la fanfarria que sea menester, de igual modo que, cuando toque, correremos a proclamar que el tal efecto se ha estancado, se desinfla o, si es el caso, cae en picado. Ya se hizo, sin ir más lejos con el Efecto Casado, sin que la curva azul que subía y bajaba según le petaba al gran maestre del CIS pudiese confrontarse nunca con los hechos contantes y sonantes. Lo sorprendente, o quizá no tanto, es que el birlibirloque siga colando.