ué más quería esa excrecencia política que atiende por Partido Popular del País Vasco que le sirvieran en bandeja unos titulares de aluvión. La menguante formación que todavía preside el inefable Carlos Iturgaiz ha conseguido diez minutos de focos por pedir que la fiscalía del Estado investigue si en el transcurso de la Korrika que terminó el domingo se ha incurrido en enaltecimiento del terrorismo. Nos conocemos lo suficiente como para tener meridianamente claro que lo que mueve esta sobreactuación son el afán de figurar, la cansina querencia de ordeñar la en otro tiempo suculenta ubre de la serpiente y, de propina, el desprecio infinito (a veces odio sin matices) al euskera.

Ocurre en esta ocasión que al PP se lo han puesto a huevo para hacerse el selfi. Me consta que incomoda, que la tentación de mirar hacia otro lado y dejarlo pasar es grande porque tenemos mil motivos para empatizar con la organización y, sobre todo, con la causa. Pero flaco favor le hacemos a esa causa si callamos ante la evidencia clamorosa de la utilización que algunos hacen de la iniciativa por el euskera. No es de recibo que la carrera haya servido prácticamente por donde ha pasado para la exaltación heroica de tipos que, más allá de que merezcan una aplicación justa de la política penitenciaria, tienen a sus espaldas uno, dos, diez o veinte asesinatos. Como dijo ayer el portavoz del Gobierno vasco, tal ensalzamiento es una afrenta a las víctimas y a la convivencia. Guardar silencio o, peor, amparar esos comportamientos indecentes es despreciar a quienes apoyan la Korrika con su mejor voluntad.