- Cada minuto recibimos nuevas imágenes, a cada cual más estremecedora, sobre la descomunal carnicería rusa en Bucha. Decenas de enviados especiales sobre el terreno documentan milimétricamente la masacre perpetrada por la sanguinaria soldadesca rusa. A los cadáveres con las manos atadas a la espalda desparramados por el asfalto se unen los desgarradores testimonios de los supervivientes. Hablan de las ejecuciones sumarísimas sin mediar palabra, de las violaciones grupales de mujeres de todas las edades, incluidas niñas. Casi siempre, delante de su propia familia y, en no pocos casos, antes de descerrajar varios tiros a la víctima y a los testigos. Las imágenes verificadas obtenidas por satélite o por drones antes de que se fueran los matarifes de Putin certifican la existencia de fosas comunes y dan cuenta de las mil y una tropelías perpetradas por los desalmados invasores.

- Pero todo eso sigue sin bastar para muchos de nuestros congéneres que continúan amorrados al pilo de la basura propagandística rusa. No hay manera de hacerlos bajar del burdo burro del montaje o, peor todavía, de la atribución de los asesinatos a los propios ucranianos. Y como no me canso de repetir, esa piara de negacionistas sin corazón ni escrúpulos está conformada por los más avezados denunciadores de injusticias del lugar. Siempre que no las perpetren, claro, sus referencias políticas y morales, o sea, inmorales, como está siendo el caso. No hay palabras para describir el afán de estos tipejos por ocultar, minimizar o directamente justificar los brutales crímenes a los que estamos asistiendo. Junto al mandato de no olvidar jamás estas matanzas, yo me impongo (y les invito a ustedes a que hagan lo mismo) el imperativo de tener muy presentes a los miserables que, en lugar de situarse enfrente de los matarifes, se les cuadran en primer tiempo de saludo.

- Y, por supuesto, tengo un apartado para los silentes. Les invito también a repasar las cuentas en redes en sociales de los campeones mundiales del pensamiento correcto en busca de media palabra de rechazo de la masacre de la población civil ucraniana. Este es el minuto en que ese diputado justiciero de la izquierda patriótica fetén o de la otra, ese periodista megaprogre de pluma afiladísima o esa tertulista de permanente látigo en ristre no han dicho ni escrito una puñetera palabra sobre la eliminación indiscriminada de ciudadanos de a pie. Los conocemos lo suficiente para saber que es su forma de decir que no les parece mal.