98,35% de apoyo - Lo del Partido Popular en Sevilla no ha sido un congreso sino una terapia de grupo. O una de esas convenciones lisérgicas de empresas piramidales donde toda la concurrencia jalea al líder con las palmas hirviendo y los ojos fuera de las órbitas. Lo del 98,35 por ciento de respaldo deja en caricatura el clásico de la mayoría a la búlgara para aproximarlo al universo de Kim Jong-Un. Siente uno enorme curiosidad por conocer los nombres y las caras detrás del 1,65 que no votaron a favor del mesías Alberto Núñez Feijóo. Lo suyo no ha sido una elección sino una entronización en toda regla. Pero basta rascar muy superficialmente la costra para comprender que estamos ante un caso de libro de la necesidad convertida en virtud. El gallego ha sido erigido en líder máximo por incomparecencia de todos los demás aspirantes. O por inexistencia, para ser más exactos. Simplemente, era el único recambio viable que restaba en el erial genovés. A Ayuso le quedan unos cuantos Petit-suisses€ si es que los pufos no se la llevan por delante antes de que llegue su momento.
Seis meses de Valencia - Con todo, las huestes del charrán al que todos llamamos gaviota harían bien en no lanzar las campanas al vuelo. Si la memoria no fuera tan corta, nos daría para recordar que hoy mismo se cumplen solo seis meses de la convención de Valencia en la que Pablo Casado salió bajo palio. Con un par de honrosas excepciones, los mismos que lo aclamaron de hinojos entonces -insisto, ¡hace medio año!- hicieron fila para acuchillarlo y ahora se postran sumisos ante el nuevo caudillo. También es verdad que el todavía presidente de la Xunta tiene a su favor un fondo de armario político infinitamente más profundo y más variado que el del palentino, que como ha quedado demostrado es una medianía cósmica. Como vino a decir el jeta García Margallo, hubieran votado a un paraguas con tal de que no saliese Soraya Sáenz de Santamaría. A ver qué puerta giratoria le aguarda.
Y ahora, a cabalgar - Tras el baño de multitudes, a Feijóo le aguarda el baile de verdad. Todas esas bonitas palabras que hoy vemos entrecomilladas en los titulares deberán confrontarse con la realidad. Por más cachaza que gaste, tendrá que cabalgar sobre varios tigres, empezando por el de su relación con Vox. Y ahí no serán las declaraciones las que den la medida de su postura sino los hechos contantes y sonantes. De momento, el PP gobierna en coalición con los abascálidos en Castilla y León, y, solo citando comunidades, los tiene de sostén en Andalucía, Murcia y Madrid. Eso no cambiará, apuesten algo.