- El Tribunal Superior de Justicia de Baleares en comunión con prácticamente todas las asociaciones corporativistas de jueces ha conseguido que se retire un póster de una exposición sobre comportamientos machistas instalada en la estación intermodal de Palma. La imagen censurada, obra de la humorista gráfica argentina Diana Razmovich, muestra a un tipo con toga espetando a una mujer con el brazo en cabestrillo: “¡Cómo voy a creer que su marido la maltrata si está viva!”. No voy a discutir que a la viñeta le sobre sal gruesa o que las generalizaciones reduccionistas no son la mejor forma de plantear problemas complejos. Pero el festival de rasgado de vestiduras (al que se ha sumado la mismísima ministra española de Justicia, Pilar Llop) por el dibujo y el propio acto de promover su eliminación ponen de manifiesto los usos y costumbres del colectivo en cuestión. Son incapaces de tolerar que nadie critique sus actuaciones manifiestamente mejorables en materia de violencia de cualquier tipo contra las mujeres.
- No tengo que irme muy lejos ni en el tiempo ni en el espacio para buscar un sangrante ejemplo de lo que digo. En Barakaldo, la ciudad que me vio nacer, la Ertzaintza detuvo anteayer a un agresor sexual multirreincidente. Antes de pasar su primera noche en prisión, este fulano había sido denunciado en los últimos cuatro meses por siete mujeres, incluida una menor de edad, que lo acusaban de haberlas atacado a plena luz del día. Pese a que estaba perfectamente identificado, tras prestar declaración ante la correspondiente señoría, el tipejo volvía sistemáticamente a la calle en busca de la siguiente víctima, bien para intentar violarla o, se podría decir que con suerte, solo para atracarla. A las detenciones por delitos de índole sexual hay que sumar otra veintena larga por robos con violencia, amenazas o hurtos. Y cada vez hasta esta última, el final era el mismo: libertad.
- La alcaldesa de Barakaldo, Amaia del Campo, expresó ayer en Onda Vasca la impotencia con la que ha vivido esta pesadilla. “Era desesperante ver cómo la policía local hacía su trabajo y el individuo seguía en libertad”. La regidora de la localidad fabril llegó a escribir dos cartas a la jueza decana de su demarcación para manifestarle su alarma y su frustración por la brutal impunidad en que se desenvolvía el presunto (tengo que nombrarlo así, no sea que encima me la cargue yo) depredador sexual. Así que, volviendo a lo que les contaba al inicio, qué bien estaría que la Justicia actuara con la misma diligencia con que se ofende.