- Había apuestas sobre si la inflación de este funesto mes que termina hoy alcanzaría los dos dígitos. Al final, la cosa se ha quedado, cual si hubieran cocinado la cifra al estilo de las encuestas de Tezanos, a un par de décimas: 9,8%. No se veía algo igual desde 1985, lo cual tiene su tela, si pensamos que en estos 37 años hemos vivido un porrón de guerras (incluida la de los Balcanes, en el corazón de Europa), varios cataclismos históricos, tres crisis económicas del copón y hasta una pandemia que todavía no acaba de caducar. Sin embargo, todos esos acontecimientos no llegaron a provocar un reventón de precios como el que ha desencadenado la invasión rusa de Ucrania... ¡en apenas 30 días! No es que quiera ponerme en plan cuñado conspiranoico, pero, ¿no les huele a chamusquina? ¿De verdad este sablazo cósmico es achacable en su totalidad a la vil operación de castigo de Putin sobre el pueblo ucraniano?

- Nadie puede negar que las consecuencias del ataque, por las características de las economías del país agresor y del agredido y por nuestras relaciones comerciales con ambos, son de una magnitud descomunal. Pero si nos vamos al gráfico, comprobaremos que en febrero, solo con cuatro días de asedio, ya nos habíamos puesto en el 7,6%. Eso, viniendo de un diciembre y un enero con tantarantanes del 6,5 y el 6,6 respectivamente. Vamos, que la escalada empezó bastante antes de que cayera la primera bomba sobre Kiev o de que imagináramos siquiera que tal circunstancia pudiera llegar a producirse. Sería pertinente tener presente esta perspectiva para disponer de una visión de conjunto y para que no nos cuelen el comodín del conflicto como causante único de las soberbias dentelladas al bolsillo que nos están infligiendo.

- Lo más descorazonador es pensar que ese casi 10 por ciento de subida es solo una media que no refleja la realidad más que pálidamente. Si, como yo, son habituales de tiendas de barrio, supermercados y cualquier otro tipo de comercios, ya habrán notado que buena parte de los productos de compra más frecuente y/o necesaria han subido bastante más de lo que indica la cifra oficial. El pan, la leche, las galletas, los cereales, el azúcar, las conservas, los encurtidos, la mayoría de las verduras y hortalizas frescas y no digamos el aceite están ahora hasta un 30 por ciento más caros que hace cinco semanas. Bienvenidas sean las medidas de choque de las diferentes administraciones, pero echo en falta alguna que pongo coto a la especulación sin escrúpulos.