“No interesan al sector” - Hace unos meses, un familiar mío de edad avanzada comprobó con espanto que su entidad bancaria “de toda la vida” le había cobrado una comisión de mantenimiento de 40 euros por el último semestre. Con lo que acabamos certificando que fue una ingenuidad estratosférica, pidió a su hija que se acercara a la sucursal a amenazar con el cierre de la cuenta si no le condonaban o, por lo menos, le rebajaban el sablazo. El saldo, sin ser una millonada, parecía lo suficientemente sustancioso como para que la amenaza surtiese efecto. Pero eso era en otros tiempos. El empleado de la ventanilla sonrió y emplazó a la interpelante a que solicitara la cancelación cuanto antes. “Estos clientes no interesan ya al sector”, le dijo con tanta suficiencia como poco empatía. La dura confirmación llegó al buscar otro banco alternativo. En la mayoría, las condiciones eran todavía peores, y hubo alguna que directamente rechazó la solicitud de abrir una cuenta. La entidad que finalmente se avino a regañadientes a la contratación exigió que el ingreso se hiciera en efectivo.

‘Soy mayor, no idiota’ - La triste moraleja de lo que les cuento es que hay determinados clientes que, incluso teniendo cierta solvencia, no les interesan a los bancos. Y me temo que los mayores encabezan la lista de personas escasamente deseables. Por eso me van a permitir que sonría ante el anuncio de la patronal bancaria de la inminente instauración de un plan para mejorar la atención a quienes han renovado muchas veces el carné de identidad. Solo lo han hecho ante el revuelo mediático de la campaña emprendida por un pensionista valenciano bajo el lema Soy mayor, no idiota. Cuando este Quijote, de nombre Carlos San Juan, empezó a aparecer desayuno, comida y cena en los medios, los asesores de comunicación de los emporios financieros salieron al quite con la socorrida cortina de humo.

Para la galería - De entrada, el cacareado protocolo para mejorar la atención a las personas mayores es voluntario. Y sí, es cierto que algunas entidades han corrido a anunciar que lo van a aplicar, pero la jugada canta un congo a campaña publicitaria para contrarrestar el qué dirán. Todo, por lo demás, se limita a ampliar el horario en que se pueden realizar ciertas gestiones en ventanilla y a la promesa vaga de mejorar la deplorable (o más bien nula en algunos casos) atención telefónica. Un parche de cara a la galería que no resolverá el problema real pero que quizá sirva para que parezca que se está haciendo algo. Todo, con el muy progresista Gobierno español silbando a la vía.