- Ayer participé en una reunión de la que no debo decir nada. Bueno, en realidad, sí puedo contar algo que es, de hecho, el origen de las líneas que vienen a continuación. Justo al final del encuentro, alguien planteó cómo serían las cosas en la materia concreta de la que estuvimos hablando si llegara a gobernar el PP. Francamente, el giro era copernicano. Los indudables avances que se han hecho en los últimos años en el asunto en cuestión, algo muy delicado, se verían no solo frenados sino revocados. El túnel del tiempo nos llevaría casi directamente a los años oscuros de Aznar, ni siquiera a los de Rajoy. Y no se trataba de una especulación ni de un ejercicio de prospectiva parda en el vacío. La base era determinada proposición de ley actual del partido liderado por Casado que, en muchos aspectos, deja al húngaro Orbán como socialdemócrata. El escalofrío que atravesó mi espinazo solo de pensar que tal cosa pudiera llegar al BOE me hizo reafirmarme en que la gran baza del trilero incumplidor Pedro Sánchez es el miedo a lo que puede venir tras él.
- Dicho un poquito más en plata, a las formaciones de la llamada “mayoría de la investidura” no les va a quedar otro remedio que ancharse la glotis para tragar unos cuantos sapos. Y ojo, porque como contaba Míriam Vázquez en estas mismas páginas ayer, al superviviente de Moncloa se le está estrechando todavía más la aritmética. Ya vimos cómo solo el voto-pifia del torpe diputado Alberto Casero salvó el intento suicida de sacar la leve edulcoración de la reforma laboral por la derecha. Ahora mismo esa vía está cerrada. Los dos diputados nominales de UPN son ya sin lugar a dudas apoyos para el PP. En julio, Nueva Canarias deberá retirase del hemiciclo y, en virtud de su pacto interno, ceder su escaño a Coalición Canaria; otro respaldo menos. Por si faltara algo, la cabezonería de Unidas Podemos al no sustituir al despojado de su acta Alberto Rodríguez desnivela más la balanza.
- El resumen es que ahora mismo a Sánchez solo le salen las cuentas por donde al principio, es decir, por las fuerzas que le pusieron donde está y que le han venido sacando las castañas del fuego hasta este instante. Si se tratara de un gobernante con principios mínimamente sólidos, no habría demasiado que añadir. Pero hablamos de un incumplidor sin complejos, así que nos aguardan meses de ponerse de todos los colores y, mucho me temo, comerse el cabreo asumiendo que la alternativa pueda ser peor de lo que hay. Real Politik lo llaman. Y escuece.