parentemente atribulado primer ministro británico: Al final, se ha tenido que marcar un Campechano y poner carita de pena para asegurarles a sus administrados que lo siente mucho, que se equivocó y que no volverá a ocurrir. Bueno, no exactamente así. Todavía ha tenido el cuajo de asegurar que creía que el sarao en pleno confinamiento que lo tiene contra las cuerdas era “un evento de trabajo”. Genio y figura hasta... ¿la sepultura política? Ya tendría gracia que, después de las que ha liado desde que reside en el 10 de Downing Street, incluyendo una política de no actuación contra la pandemia que ha costado decenas de millares de vidas, lo que le vaya a mandar a la cuneta fuera una chufla inoportuna. Lo tendría merecido.
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