- Todos los menores de 50 años ingresados por covid en la UCI de Cruces son personas que decidieron voluntariamente no vacunarse. Lo mismo ocurre, decimal arriba o abajo, en cualquiera de los hospitales de nuestro entorno. Y abriendo el foco de las edades, nos encontramos con que prácticamente siete de cada diez pacientes en cuidados intensivos también pasaron un kilo de darse el pinchacito porque ellos y ellas lo valen. Es verdad que hay entre un 30 y un 35 por ciento de vacunados, pero si descendemos al detalle, nos encontramos con que se trata de personas de avanzada edad y salud delicada... que en muy buena parte fueron reinfectados por esos insolidarios que van de libertarios. Esta ola, la sexta que no esperábamos, es la de los no vacunados, que encima tienen los santos bemoles de invertir la carga de la prueba para pontificar que la explosión vigente de positivos demuestra que las vacunas no sirven de nada.
- Lo tremendo en la situación actual es que este grupo de visionarios que pregonan las abducciones del planeta Raticulín son cada vez más y más. Lo vimos el pasado sábado, en la multitudinaria manifestación que tuvo lugar -¡otra vez!- en Donostia. Más en número, como queda de manifiesto en las imágenes, pero también más en la cerrilidad obtusa y en el fanatismo de los mensajes. Porque si bien el banderín de enganche de la convocatoria era algo absolutamente respetable (aunque discutible) como el rechazo a la exigencia del pasaporte covid en el puñadito corto de actividades en que se ha instaurado, no había más que mirar los lemas de las pancartas y los cutremente manufacturados cartelones para ver que el sarao era un conciliábulo de conspiranoicos negacionistas.
- Y sí, me consta que se engorilan un huevo cuando son definidos así (doy por amortizadas dos docenas de réplicas vidriosas a este comentario), pero ya no tiene uno la entrepierna para faralaes. Puedo comprender y hasta compartir el cabreo porque casi dos años después sigamos sin recuperar del todo la vida anterior a la irrupción del virus. También me resultan razonables los recelos sobre las tramposas farmacéuticas que están detrás de las vacunas. Pero no trago con la negación de una pandemia que se ha llevado a millones de personas en todo el planeta ni con las mendrugueces sobre los experimentos de control social que están practicando no sé qué fuerzas poderosas. Estoy a dos minutos de reclamar que cada no vacunado que requiera tratamiento por covid lo pague de su puñetero bolsillo.