- Gira la ruleta del casino judicial. ¿Qué decidirán sus señorías en la demarcación foral? Hagan sus apuestas. En la autonómica, vaya por Montesquieu, han tumbado por sus puñetas la aplicación del pasaporte covid en ocio nocturno y restauración. Un nuevo servicio al virus del TSJPV, el séptimo, según los que llevan la cuenta de lo que en los titulares nos gusta nombrar como varapalos a las decisiones de las que deberían ser autoridades sanitarias competentes. Lo gracioso en la ocasión presente es que el voto discrepante ha sido el del magistrado Luis Garrido, hasta ahora el brazo togado del negacionismo. También la fiscalía, en línea con el Tribunal Supremo español, se había manifestado a favor de pedir el certificado de vacunación para acceder a determinadas actividades en interior ante el brutal incremento de positivos de las tres últimas semanas. Con más razón, si como demuestran todos los estudios, cada no vacunado contagia cuatro veces más que quien sí ha recibido la pauta completa.
- Pero vaya usted a explicárselo a la pareja de sabios del Superior Vasco, que argumentan que el fin, por loable que sea, no justifica los medios en un estado de Derecho. La traducción cruda es que ser una bomba viral humana con capacidad para mandar a la UCI o matar al prójimo es un derecho inalienable. Dos tipos con el mentón enhiesto enmiendan a la totalidad la política contra el virus de todo Occidente y tienen los santos apéndices nasales de hacerlo en nombre del principio de legalidad y afeando la conducta de quienes pretenden salvar vidas. Total, para asistir a los moribundos ya están los pringadetes del sector sanitario, con sus anchas espaldas para aguantar lo que les echen encima. Hay veces que uno lamenta que no haya infierno o, por lo menos, que no se cumpla lo del karma.
- Con todo, y tras el desfogue de las líneas anteriores, puro ejercicio de pataleo impotente, procede secarse las lágrimas por la leche derramada. Al final, esta es una más. Lo del dichoso pasaporte, aún siendo un ayuda en la lucha contra la pandemia, no es la panacea que erróneamente se está contribuyendo a vender. Quizá sirva para empujar a un puñado de jetas insolidarios a dar el paso que hemos dado la inmensa mayoría de sus congéneres, pero poco más. Hay otras medidas que pueden ser más efectivas, como el control del uso de las mascarillas en interiores o el mantenimiento de unos niveles mínimos de ventilación bajo techo. Pero no se lo digan a los jueces.