Estas cosas pasan entre las huestes cavernarias. Ayer salían en tromba en defensa del latido y la ecografía en 4D. Hoy, después de ver el roto que le está haciendo al PP la milonga antiabortista, cargan sus plumas contra Vox, el socio que les come la meriendia.
"La suerte de Sánchez se llama Vox. Es un auténtico agente movilizador del votante de izquierdas"
Incluso Francisco Marhuenda, que suele situar en el centro-derecha a los abascálidos, suelta la mano hoy contra ellos. Sobre todo, como escribe en La Razón, porque se las ponen a huevo al enemigo: “La suerte de Sánchez se llama Vox. No lo digo irónicamente. Es un auténtico agente movilizador del votante de izquierdas. Una vez más, no importa que sea justo o injusto, que lo haga expresamente o sin querer, porque sus actuaciones son hábilmente utilizadas por el poderoso aparato propagandístico al servicio de la reelección de Sánchez”.
Más duro todavía, también en el diario azulón, Juan Ramón Lucas carga contra el líder de Vox en Castilla y León, y de propina, atiza al presidente Mañueco por jorobarle la marrana a Feijóo. Zasca épico, como se dice hoy: “[Mañueco] Saludó su llegada [la de Feijóo] a la presidencia del partido, con un acuerdo con Vox tras una convocatoria electoral insólita cuyo resultado fue cambiar una alianza con Ciudadanos por otra con la extrema derecha. Aún peor: sustituir a un vicepresidente profesional y consistente como Igea por un tipo de tan pocas luces y tan de postureo como Gallardo. Un señoro capaz en pocas horas de anunciar como si fuera un logro algo tan insoportablemente cruel y fuera de lugar como obligar a las mujeres que quieren interrumpir su embarazo a escuchar lo que late en su interior, y después disfrazarse de motero para acudir a la demediada concentración de Pingüinos”. Patapum.
“Vox, ante su propio espejo”, levanta el mentón el editorialista de El Mundo, antes de sacarse el cinto para disciplinar a los que le hacen la cusqui al PP: “A tenor de los últimos acontecimientos cabe deducir que el grave déficit de institucionalidad de Vox pesa más que su pretensión de impedir una reedición del Gobierno socialista, a quien, con una frivolidad indebida para un asunto tan delicado como el aborto, ha proporcionado un balón de oxígeno indiscutible, en un momento en el que el debate político estaba centrado en la eliminación de la sedición, el abaratamiento de la malversación y las rebajas de penas a los agresores sexuales por la ley del solo sí es sí”.
"Cada vez que al sanchismo le puede coger el toro, saltan los monosabios de Abascal para echar tantos capotes como resulte necesario"
En El Confidencial, también Pablo Pombo echa las muelas por las actitudes de Vox que le viene de cine a Sánchez: “Vox no está luchando contra el aborto, está utilizando a las embarazadas con un propósito electoral. Aplica el fundamentalismo y el método divisivo para reflotar a Sánchez. Y empieza a ser una constante. Cada vez que al sanchismo le puede coger el toro, saltan los monosabios de Abascal para echar tantos capotes como resulte necesario. Van tres en menos de un mes. Es una apuesta estratégica completamente contraria a lo que dicen defender”.
Otro que se tira de los pelos y echa espumarajos es Jorge Vilches en The Objective: “El asunto, sin embargo, deja al descubierto otra cosa: el carácter de ingenieros sociales que tiene la derecha populista en España. Me refiero, claro está, a Vox. Si el propósito del tema del aborto era marcar diferencias con el PP, lo han conseguido con creces, aunque para mal. No solo García-Gallardo, ilustre desconocido, se ha saltado un acuerdo de Gobierno de ayuda a la maternidad, sino que luego, en la rueda de prensa y entrevistas, no sabía explicar qué había querido decir ni cómo se iba a articular. Solo le importaba el ruido, no las soluciones”.
Hasta el subdirector de El Debate, Luis Ventoso, le ha soltado un coscorrón a su niño consentido: “Todo ha sido un recital de incongruencias. Un chaval bienintencionado, pero sin experiencia alguna en la gestión política, hoy vicepresidente de una comunidad autónoma, presenta un honorable proyecto a favor de la causa de la vida, pero sin haberlo cerrado con sus socios de coalición y sin tener potestades ejecutivas sobre la materia en cuestión”.
Y por ahí va también José García Domínguez en Libertad Digital, arrumbando de amateur al rancio figurín que ocupa la vicepresidencia de Castilla y León: “El bisoño aficionado Gallardo también resulta ser lo bastante obtuso y limitado como para no captar que si el objetivo consiste en que la derecha, la derecha en su conjunto, gane las elecciones generales, esas que ya están a la vuelta de la esquina, no parece que este sea el tiempo oportuno para crear un conflicto con el Partido Popular que limite su capacidad de atraer nuevos votantes entre los socialistas descontentos con Pedro Sánchez”.
Increíble pero cierto, el director de ABC, Julián Quirós, pide abiertamente la expulsión de Vox del gobierno castellanoleonés y la llamada a las urnas: “¿Quién pierde más con la ruptura? El fracaso de la cohabitación perjudica la imagen que pretende dar Vox de partido de gobierno, más allá de su fuerza en la calle; sería aceptar que lo reflejaran en el espejo de Podemos. El PP, la parte mayoritaria pero débil hasta hace poco, arriesga una comunidad a cambio de impulsarse electoralmente, al soltar amarras con un socio que le frena por el centro. Dicho de otra manera, la convocatoria sería un favor inmenso que Mañueco le hace a Feijóo”.
Para apuntalar esa idea, el vetusto diario sale en primera a todo trapo con este titular: “Mañueco sopesa adelantar las elecciones al 28-M”. Se supone que es información de buena tinta. Tan buena como la que también manejan en El Español de Pedro J. Ramírez, que asegura asegura algo que no cuadra exactamente con el anterior enunciado: “Feijóo presiona para romper el pacto con Vox pero Mañueco no se atreve a volver a las urnas”. Continuará.