Inasequibles al desaliento, los escribas diestras siguen apurando el mismo hueso —la metáfora no es al azar— desde hace quince días. Lo medio nuevo es que el gobiernosocialcomunista (pronúnciese de corrido) se rompe. Sí, otra vez.
"Gobierno fracturado contra el bien común", titula La Razón el editorial donde da por roto el ejecutivo de coalición. Lo que viene haciendo cada semana desde que se conformó, vamos: "Comunistas y socialistas han logrado por méritos, o deméritos, mejor dicho, que la primera experiencia de un gabinete de coalición en el gobierno del Reino se haya convertido en un referente para olvidar y no repetir. A los españoles nos ha correspondido en este instante de nuestra peripecia una amarga experiencia de la que debemos aprender sobre el efecto de contar con políticos comprometidos con su supervivencia y el medrar. Dos gobiernos en uno, células autónomas con liderazgos propios, ya son y lo serán más un serio problema para el país".
Como pieza de refuerzo, Francisco Marhuenda vuelve a atizar al titular de Consumo, aunque primero empieza soltando una yoya a quienes sostienen (sostenemos) que esto es una exageración como la copa de tres pinos: "No voy a negar méritos a los osados defensores mediáticos de Garzón. Hay que reconocer que mantienen la posición con más bravura que talento". Le dijo la sartén al cazo.
¿Y qué es el talento según Marhuenda? Pues acabar la columna tal que así: "[A Garzón] No le gustan las macrogranjas y a mí me pasa lo mismo con los comunistas. En mi caso puedo sustentar con pruebas mi rechazo, mientras que en el suyo todavía estamos esperando que aporte algo más que una infundada y frívola opinión". Y como el balón es mío, me lo llevo.
El editorialista de ABC se abona también a la tesis del gobierno a punto de caramelo: "El auténtico trabajo en equipo de este gabinete consiste en pisarse unos a otros poniendo en riesgo la credibilidad de nuestro país. De Garzón y la inanidad de su Ministerio ya se ha dicho suficiente. También de sus tóxicos prejuicios, por ejemplo, hacia las macrogranjas, que lógicamente tienen sus pros y sus contras. Pero no hay nada más absurdo que arremeter contra una parte sustancial del electorado a un mes de que se abran las urnas, y eso revela un progresivo desquiciamiento del PSOE y de Podemos". La pieza se titula "Un Gobierno desquiciado".
Con una sincerad entre el cinismo y la jeta cósmica, Pablo Planas proclama en Libertad Digital que la bronca de diseño le está viniendo de cine a los buenos: "Es importante que Sánchez mantenga a Garzón en su puesto del ministerio. La garzonada antiganadera ha crujido a la izquierda en Castilla y León y ha sentado las bases para desplomar el voto izquierdista en todas las zonas rurales". Literalmente, cuanto peor mejor.
Gabriel Santz, columnero de Vozpópuli, va también por ahí: "Ni cien exigencias de cese lanzadas por Pablo Casado, Santiago Abascal e Inés Arrimadas en otros tantos miércoles de sesión de control al Gobierno harían tanto daño a la figura de Pedro Sánchez como constatar la impotencia de un jefe del Ejecutivo que no puede cesar a uno de sus ministros que le está retando mientras él silba esperando capear la tormenta perfecta que se avecina: desgaste de la coalición, pandemia inconclusa y deterioro económico".
Apártense, que viene Pedro J. Ramírez con la puntilla en el editorial de El Español. La verdad revelada es esta y no hay más que hablar: "La idea que ha calado, en resumen, es que parte del Gobierno trabaja con especial entusiasmo en contra de los intereses de España y de los españoles. Y esa idea puede que le convenga a Unidas Podemos para ganar votantes entre un sector marginal y muy radicalizado de la sociedad. Pero dinamita al PSOE y las expectativas de que Pedro Sánchez vuelva a ocupar la Moncloa en 2024".
Para no aburrriles más, que mañana seguro que pisamos el mismo fango, aquí va la moraleja, firmada por Bieito Rubido en El Debate: "La humanidad seguirá superándose. Habrá más habitantes en el planeta. Produciremos más carne. De lo que nunca nos salvaremos será de la estupidez humana encarnada en un ministro". Y punto redondo.