Si ayer tocaron lágrimas y crujidos de dientes por el gatillazo de Colón, hoy el ultramonte mediático es un no parar de reír a cuenta del patético encuentro del presidente español con el llamado líder del mundo libre. No hay primera página que no se chotee de las imágenes. "La «cumbre» de Sánchez y Biden: 50 segundos de paseo", titula La Razón, que como iremos viendo, es el diario más generoso con la duración del episodio.

"Medio minuto con Biden", rebaja ABC, bajo seis instantáneas que resumen el celérico contacto sin tacto. Dos sumarios echan más leña al fuego. "El presidente, molesto, asegura que él no tiene un cronómetro para las reuniones, después de intentar durante seis meses hablar con su homólogo", se lee en una de las apostillas.

En El Mundo, también redondeando, el titular es "Treinta segundos por un pasillo". Y debajo, la carga de profundidad: "Moncloa vende como encuentro bilateral de Sánchez con Biden una breve caminata tras la foto de familia de la OTAN".

Libertad Digital entra con todo: "El encuentro 'planetario' de Sánchez y Biden: paseíllo de veinte segundos en la cumbre de la OTAN", es el titular principal. La crónica la firma Ketty Garat, que después de haber rebajado nueve segundos la duración, vuelve a aumentarlo en la letra pequeña: "Posteriormente en rueda de prensa desde Bruselas, el presidente Sánchez fue preguntado por el objeto de su conversación. Como si de un agujero de gusano se tratase, al jefe del Ejecutivo español transformó esos 30 segundos en la tierra en 3 horas en el espacio".

Si esas eran las piezas supuestamente más informativas, imaginen las directamente opinativas. "Tocado y hundido en 29 segundos", encabeza ABC su editorial lleno de cera: "De nuevo todo fue un bluf mediático 'made in Moncloa' porque las imágenes no dejan mentir: el paseo resultaba forzado, incómodo y muy mecánico, no había apariencia alguna de complicidad o simpatía mutua, y el lenguaje corporal de ambos denotaba una notable tensión. La secuencia delató cierto desdén de Biden y mucha prisa por sacudirse de encima a Sánchez".

Para más recochineo, el vetusto diario se monta una pieza con expertos en lenguaje corporal. He aquí el primer párrafo de tal prodigio periodístico: "Indiferencia y desinterés por un lado; nerviosismo e insistencia, por el otro. Estas son algunas de las conductas y situaciones que los expertos en comunicación no verbal reconocen en el brevísimo encuentro entre Joe Biden y Pedro Sánchez en la Cumbre de la OTAN, de apenas medio minuto y sin ningún feedback. Así, la frialdad y la distancia han marcado el comportamiento del presidente de Estados Unidos, mientras que el deseo por captar la atención de su interlocutor resume la actuación de Sánchez".

Rosa Belmonte dice lo mismo, pero con más salero y mala leche: "Biden se digna a mirar a Sánchez justo cuando se van a separar. Me imagino a Biden en ese momento como aquella chica de 'El diario de Patricia': «Pero, ¿usted quién es?». Que, vale, Biden no tiene tiempo ni razón para mantener un encuentro de verdad con Sánchez".

Seguimos con el festín en El Mundo. Su editorialista no tiene piedad: "La esperpéntica imagen dada por Sánchez condiciona negativamente la imagen internacional de nuestro país. En lugar de aprovechar su privilegiada posición estratégica y las ventajas que le dan las bases de Morón y Rota, el Gobierno de Sánchez sigue empeñado en sustituir la realidad por la propaganda". La pieza se titula "El ridículo atlántico de Pedro Sánchez".

En la página anterior del diario de Unedisa, Jorge Bustos se regodea al describir el breve instante: "Los demás vemos una maniobra a caballo entre el Pequeño Nicolás y Bill Murray aprovechándose de que Biden es demasiado mayor para echar a correr y demasiado poderoso para denunciar acoso. Todos hemos puesto la cara de Joe al descolgar a un comercial de Vodafone. ¿Qué duró más, la cumbre Sánchez-Biden o la república de Puigdemont?".

"Ridículo planetario" clama el editorialista de Libertad Digital, que interpreta así los motivos de Biden para su parquedad: "Más allá del bochorno sideral, el incidente acredita la inanidad de Sánchez en la escena internacional. El socialista, que ha gestionado pésimamente la crisis del covid-19 y gobierna gracias a comunistas, golpistas y proterroristas, es un referente tóxico para muchos, que lo último que quieren es verse asociados con él".

Por ahí derrota también Francisco Marhuenda en su homilía de la contra de La Razón: "Es cierto que los socios comunistas y antisistema del gobierno no son del agrado de Estados Unidos. Es algo en lo que coinciden demócratas y republicanos". Unas páginas más atrás, José Antonio Vera hacía más sangre: "Por lo que muestran las imágenes, vemos como el líder planetario español persigue al megapresidente americano y que sólo habla Sánchez. Biden apenas le mira. Biden tampoco es que sea un tipo muy expresivo, sino algo acartonado, de manera que no sabemos si al hombre le parecía bien o no la perorata de nuestro jefe".

En El Confidencial, la crónica de Ángel Villarino también es un derroche de retranca desde el primer párrafo: "Si los 29 segundos que duró el paseo de Pedro Sánchez y Joe Biden por un 'hall' de Bruselas fueron un "encuentro entre homólogos", cualquier conversación de ascensor o de retrete que se produjese ayer en ese edificio podría definirse como 'cumbre de Estado'. O como 'summit', si les parece más fino".

Y para no hacerlo interminable, les pongo aquí algunos de los chistosos títulos de las piezas: "Conjunción planetaria Sánchez-Biden", "Esperpento en la OTAN", "Paseando a Joe Biden", "29 segundos", "Bienvenido, Mister Biden".

Para el final les he dejado el contrapunto. Curiosamente, Pedro J. Ramírez se sale del carril, renuncia a hacer mofa y befa, y señala lo positivo en el editorial de El Español. La cumbre de la OTAN de 2022 se celebrará en España, así que olé por el presidente español: "Pero el simple hecho de que Pedro Sánchez, al que se suele acusar de sumisión a los postulados de Podemos y de ser el heredero espiritual de Zapatero, haya luchado por reincorporar a España al pelotón de cabeza las potencias liberales occidentales demuestra que no es inmune ni indiferente a las necesidades de la realpolitik".