Mientras Mathieu Van der Poel se abrazaba al maillot amarillo del Tour de Francia, en la primera semana de competición, con días de pimienta, haciendo honor a su abuelo, Raymond Poulidor, Ineos había permitido a su perla británica Tom Pidcock ponerse a tono especialmente para los Juegos Olímpicos de Tokio. El joven de Leeds se esforzó en copiar las características del técnico trazado nipón, un recorrido que se alargó hasta los 28,25 kilómetros de distancia repartidos en una primera vuelta de 1,3 y siete de 3,85, y las condiciones climatológicas: calor extenuante, humedad… Es decir, un agobio para los pulmones. El neerlandés copó los focos de la Grande Boucle durante una semana. Después dijo que ya bastaba, que era el momento de centrarse en Tokio; de hecho, acudió a Japón dos días antes de la carrera. “Suficiente para reconocer el circuito. Estar en la habitación de un hotel no es para mí”, dijo. Pidcock ya estaba en harina. A Van der Poel le ha frenado este lunes una caída que ha provocado su retirada; al menudo ciclista de Ineos, otro todoterreno como Mathieu, que alternan el ciclocross con la carretera y la bici de montaña, no le ha parado nada ni nadie.
Van der Poel vistió el amarillo de su abuelo y pudo alistarse en el equipo olímpico de carretera, pero prefirió las piedras de jardín. Pidcock, que se mira en el espejo del completísimo corredor del Alpecin -cuatro veces campeón del mundo de ciclocross y del Tour de Flandes, la Amstel Gold Race o la Strade Bianche en ruta-, está revestido de oro.
Después del zarpazo de Richard Carapaz en ruta, Ineos suma su segundo oro en Tokio. Todo apunta a que Pidcock estará en la Vuelta, donde se pondrá a prueba la alegría de su pedaleo, que parece unido al de una generación que está enamorando al aficionado. El británico, de 21 años, está llamado a ocupar mesa con Tadej Pogacar (1998), Remco Evenepoel (2000) o su compañero de equipo Egan Bernal (1997).
Mathieu Van der Poel, favorito absoluto al oro antes de iniciarse la carrera, aunque también se barajaban los nombres de Pidcock, el otro en discordia, los suizos Mathias Fluckinger, líder de la Copa del Mundo, Nino Schurter, campeón en Río’16, o el galo Victor Koretzky, se ha estrellado en los primeros compases de la carrera. Según él mismo ha apuntado, la caída se debió a un cambio en el trazado, pues al inicio había un tablón en el suelo que después ha quitado la organización. El neerlandés ha pensado que seguía allí y no ha saltado del Sakura Drop, un vuelo entre piedra y piedra, cayendo de morros al suelo. Llevaba 10 kilómetros en las piernas. El aterrizaje fue terrorífico. Van der Poel ha aguantado unas vueltas en carrera -bastante, visto el golpetazo en la espalda-, pero el dolor manifiesto ha evitado que siguiera en liza desde la quinta. El favorito se ha retirado y el abanico se ha abierto un poco más.
Pidcock, campeón del mundo júnior y sub’23 y plata absoluta en ciclocross (2020), campeón mundial sub’23 de MTB, ganador del Baby Giro en 2020, ganador este año, curso de su debut en carretera, de la Flecha de Brabante y segundo en la Amstel, únicamente superado por Wount van Aert en un esprint más apretado que las tuercas de un submarino, ha mandado desde la mitad de la prueba. En la cuarta vuelta se ha puesto a dirigir el cotarro. Flueckiger ha seguido al británico, pero ha terminado cediendo ante la potencia del de Leeds, inmenso en el seco trazado nipón.
Si bien por detrás se repartían el bronce entre el legendario Schurter y el neozelandés Anton Cooper, ha aparecido de repente David Valero. El ciclista granadino ha remontado un inicio regular y ha expuesto un poderoso físico (mide 1,90) para ir sorteando rivales. Incluidos el campeón en Río y el oceánico. Le ha valido el bronce. Ha llegado a estar en el puesto 22, abandonado, y ha terminado saboreando la segunda medalla de España en los Juegos Olímpicos tras la plata de Adriana Cerezo el sábado en taekwondo.