La familia Gómez Troya destina toda su vida a su gran pasión, el rastreo de huellas de animales. Y para aprender del conocimiento y las técnicas más primitivas, no dudan en viajar a cualquier rincón del país. Ya están pensando en cuál será su siguiente destino este verano, aprovechando las vacaciones escolares de Elvia, que estudia 5º de Primaria en el colegio Lorenzo Goicoa de Villava, en Navarra.
Los tres guardan en su memoria, de una forma muy especial, la experiencia que vivieron durante las pasadas Navidades, cuando viajaron a Tanzania para vivir durante una semana con los hadzabe, una de las últimas tribus nómadas de África y trataron de adaptarse a su día a día y sus costumbres para formar parte de su tribu. Además, en su viaje a Tanzania también reservaron parte del tiempo para conocer a una tribu ganadera de masais. La experiencia ha sido única, tanto para unos como para otros. Y es que Elvia era la primera niña blanca que vivía con ellos y se siente “súper afortunada de haber podido hacer este viaje”, asegura. El choque cultural fue mutuo. “Al llegar me miraban raro. Yo estaba emocionada, y de repente un niño me vio, empezó a llorar y se fue corriendo porque le asusté. Pero al cabo de los días se fueron acostumbrando, y yo a ellos, y me acogieron como a una más de la familia”, recuerda.
Y todo ello a pesar del esfuerzo que requiere adaptarse a otra cultura totalmente alejada de la nuestra. Hay que tener en cuenta que los hadzabe no cultivan plantas ni crían ganado y su supervivencia únicamente depende de lo que cazan y recolectan de la naturaleza. Por eso, a Elvia le tocó “patear ocho horas para conseguir el desayuno”, explica su padre, Fernando Gómez. “Claro, es que ellos no van al supermercado ni tienen un frigorífico que puedes abrir y en el que tienes de todo”, dice entre risas.
En el Diario Noticias de Navarra, esta familia residente en el pueblo de Egüés, contaban, a su vuelta, a principios de año, algunas de las anécdotas que más impresión les causaron en este viaje tan especial que Paloma Troya y Fernando Gómez llevaron a cabo con su hija Elvia para seguir dando pasos en el que se ha convertido en su proyecto de vida, que consiste en tratar de recuperar todas aquellas técnicas de rastreo primigenias que están desapareciendo en el mundo. Mientras que Fernando se dedica de forma profesional al rastreo, Paloma trabaja como profesora de la rama medioambiental en FP y en su tiempo libre vuelca todos sus esfuerzos a este proyecto, al igual que Elvia, que a pesar de tener sólo diez años, se ha convertido en una experta en esta materia.
Los hadzabe son una de las últimas tribus nómadas que quedan en el continente africano.
De caza con los hadzabe
Uno de los hábitos que más les costó digerir cuentan que fue el relacionado con la alimentación. Y es que tuvieron que adaptarse a comer cualquier animal de los que cazaron durante su estancia, desde tórtola y perdiz, hasta babuino, impala (similar al antílope), tortuga o lémur. El primer desayuno, de hecho, fue lémur, uno de los animales favoritos de Elvia. Cuando los hadzabe le entregaron la flecha con el primate ensartado sintió “un golpe” en el corazón al ver con sus propios ojos cómo se estaba muriendo. “Pero luego estaba riquísimo, fue un desayuno fantástico”, advierte.
Durante su estancia con los hadzabe, Elvia recorrió a pie más de sesenta kilómetros, a veces incluso llegó a tener que gatear a través del ‘bush’ africano, un ecosistema propio de la sabana, montañoso y compuesto por un denso matorral espinoso. “Fueron caminatas muy duras. Me levantaba y al instante tenía que ir con ellos a cazar, con mucho calor y a veces hasta con peligro por los animales que había en ese hábitat. Pero cuando lo lograbas era toda una recompensa y eso me hacía muy feliz”, señala.
Recuerda que un día en el que no consiguieron comida, tuvieron que ir a buscar babuinos por la noche. “Eran las tres de la mañana y yo estaba muy cansada, pero era un reto. De repente, nuestro traductor nos dijo que teníamos que apagar las linternas porque los babuinos se iban a asustar. ¿Y cómo vamos a ver?, le pregunté. Lo único que pudimos hacer fue seguir adelante y guiarnos por el tacto y por la luz que nos daba la luna”, explica.
Ordeñando con los masai
Además, tuvieron la posibilidad de pasar dos días con una tribu de ganaderos masai. Los masai son una de las tribus más conocidas de África y están formadas por cerca de 850.000 personas repartidas entre Kenia meridional y Tanzania septentrional. El grupo con el que estuvieron vivía principalmente de la ganadería, así que Elvia aprendió a ordeñar cabras. “No pude beberme la leche porque si tiene alguna bacteria puedo ponerme muy mala. Sí comí cabra, que estaba muy rica también”, cuenta.
Los masai son una de las tribus más conocidas de África y están repartidos entre Tanzania y Kenia.
Además, Elvia entabló amistades. “Hice amigas súper majas, y, aunque no podía comunicarme con ellas porque hablaban su idioma, con las miradas ya se entiende todo”. “Sin embargo, nada más volver Elvia decidió que quería empezar a estudiar suajili, porque es un idioma hablado en Tanzania y Kenia pero que tiene bastante peso en otros puntos del continente africano y cuando vuelva le gustaría poder hablarlo para comunicarse de forma más fluida con ellos. Sus padres están sorprendidos con sus ganas. Desde entonces no se separa de un diccionario de suagili-inglés que ha conseguido y, a través de una ‘app’ que se ha instalado en el móvil, está aprendiendo conversar en este idioma. “A nosotros nos cuesta mucho el inglés, así que nos parece fenomenal que nuestra hija adquiera nuevos idiomas y que pueda sumarlos a los que ya sabe, que son el inglés, la lengua de signos y el idioma del rastreo”, detalla Paloma. Y es que a pesar de su corta edad, ya ha acompañado a sus padres a anteriores expediciones que han hecho a lugares como Marruecos, Finlandia, Bulgaria, Francia, Portugal... “Se maneja muy bien, es una ‘crack’”, reconoce orgulloso su padre.
Con los pigmeos
En este viaje Elvia ha aprendido “a reconocer con facilidad los rastros de animales como los impalas o el diminuto dik dik, a localizar a los babuinos por sus gritos, a encontrar sabrosa miel siguiendo entre acacias y baobabs a un ave indicadora, o a reconocer la cercanía de las hienas en la noche”, enumeran.
En el futuro, su plan es viajar por todo el mundo con sus padres. “Me gusta mucho el mar, así que iré a bucear con ellos y a rastrear fauna marina, porque también hay mucho mundo debajo del agua”, cuenta ilusionada. La familia Gómez Troya ya está soñando con sus próximas aventuras. Su deseo es aprovechar este verano para introducirse en una tribu de pigmeos en la selva del Congo y Uganda, aunque primero debe ir Fernando solo para inspeccionar la zona y comprobar que existe seguridad para volver con su familia.