Las imágenes de las calles de la capital cubiertas por una neblina tóxica son frecuentes. Y su peligro para la salud es extremo. El último capítulo grave sobre la contaminación del aire tuvo lugar el pasado noviembre. El Gobierno del Estado de Delhi tuvo que tomar medidas drásticas: se vio obligado a clausurar colegios y universidades, estableció el teletrabajo para sus funcionarios y paralizó el sector de la construcción. La calidad del aire era tan deficiente que muchos llevaban mascarillas en el interior de sus hogares.

La zona convive desde hace tiempo con una altísima polución. La densa niebla que amenaza Delhi provoca enfermedades y las llamadas partículas PM2.5, nocivas para los pulmones, se han convertido en una amenaza sanitaria. Los bolsillos de los ciudadanos también se ven afectados por estos episodios contaminantes. Según cálculos de Europa Press, la contaminación le cuesta al gigante asiático un 3% de su PIB, es decir, 90.000 millones de euros al año. El problema es crónico y se ha convertido en un asunto que las autoridades indias no pueden o no saben atajar.

En la última cumbre del cambio climático celebrada en Glasgow, India se negó a cumplir las restricciones pactadas sobre el uso del carbón y la emisión de los combustibles fósiles. Mientras, los expertos avisan. Un estudio de la Universidad de Chicago alertaba de que la contaminación atmosférica podría reducir la esperanza de vida del 40% de los indios si no se toman medidas estructurales y se afronta de una vez por todas un cambio de modelo energético. La Organización Mundial de la Salud (OMS) se muestra tajante: la calidad del aire de Nueva Dheli es “la peor del mundo”.

India tiene el índice de mortalidad más alta del planeta por enfermedades del aparato respiratorio y asma. La OMS estima que la polución termina con la vida de 1,5 millones de personas cada año. Solo en Delhi, daña los pulmones del 50 por ciento de la población infantil. Geeta Pendhi, periodista de BBC News resume de manera gráfica la convivencia con esta nube tóxica: “Cada año, a medida que se acerca el invierno, hay una sensación de déjà vu para quienes vivimos en Nueva Delhi. El cielo de la mañana adquiere un color gris, empezamos a sufrir congestión nasal y picazón en los ojos, y los hospitales comienzan a llenarse de gente aquejada de dificultades para respirar. Quienes podemos pagarlo, nos apresuramos a comprar costosos purificadores de aire. El mero acto de respirar en Nueva Delhi se vuelve peligroso”.