a Organización Médica Colegial (OMC) analizó hace 15 años las series de televisión ambientadas en hospitales. Y lanzó una dura advertencia: “No pueden crear falsas expectativas en los pacientes”, decía el estudio. “Deberían ser realistas (más ancianos y menos niños, adolescentes y jóvenes en hospitales, menos exploraciones sofisticadas, menos recuperaciones milagrosas, menos tratamientos experimentales...). La promoción de exploraciones y tratamientos innecesarios aumenta el gasto sanitario y el despilfarro de recursos”. Eran los tiempos de ‘Urgencias’ y del arisco doctor ‘House’, el malhumorado Vilches triunfaba en ‘Hospital Central’ y ‘Anatomía de Grey’ había iniciado su larga trayectoria... Las series de médicos se han renovado incluyendo nuevos parámetros -ahí está ‘New Amsterdam’, en el catálogo de Netflix-, aunque en general se mueven en una porosa línea que va del drama humano a los enredos amorosos y continuos quebraderos de cabeza sentimentales.

La pandemia -un drama humano en la vida real- se ha colado en algunas de las producciones y ha servido también como combustible creativo para los guionistas, que veían una oportunidad de mostrar la manera en la que había cambiado el mundo, más si cabe desde la primera línea de un hospital. Nos centramos ahora en una interminable ficción de éxito y en las cinco entregas que nos ha dejado el día a día del doctor Shaun Murphy y sus compañeros en el hospital San José St. Bonaventure.

Clásico absoluto

Los pasillos del Grey Sloan Memorial Hospital reinaron en los primeros años 2000 y ahí sigue, en la cumbre casi 20 años después, convertido ya en el drama médico más longevo de la televisión tras superar a ‘Urgencias’. Últimamente, la serie creada por Shonda Rimes está sumida en la incertidumbre. Su alma máter, Ellen Pompeo, en el papel de Meredith Grey, ha mostrado públicamente síntomas de agotamiento y los fans viven en vilo las negociaciones por su renovación como si fuera la última gira de los Rolling Stones. De momento, hay drama romántico para rato y los escarceos amorosos seguirán al menos una temporada más, la número 19.

La serie ha sabido adaptarse tanto a los tiempos actuales como a la edad de sus personajes, que han sobrevivido con el paso de los años. ‘Anatomía de Grey’ es camaleónica: la temporada 17 ha estado marcada por el coronavirus. El reparto principal, con Kevin McKidd (Owen), Camilla Luddington (Jo) y Kim Raver (Teddy), entre otros, se ha mantenido inalterable y los guionistas no se han visto abocados a eliminar a nadie. Han sabido combinar el desarrollo de historias y temas interesantes (violencia doméstica, catástrofes, racismo, homofobia) con la tensión del trabajo hospitalario y la inevitable trama romántica-amorosa para mantener a la audiencia enganchada. Un breve recordatorio: sus maduros protagonistas son los mismos recién licenciados de los primeros capítulos.

Remake y autismo

David Shore creó el personaje más antipático, querido a pesar de todo, inolvidable... y mejor pagado del momento. El actor Hugh Laurie amasó una buena fortuna al frente de ‘House’ y su cinismo ya es historia de la televisión. La mano de Shore para modelar los personajes y lograr productos de éxito está fuera de toda duda. Con ‘The Good Doctor’, una adaptación de la serie homónima surcoreana, ha vuelto a dar en el clavo. Protagonizada por Freddie Highmore (Shaun Murphy), cuenta la historia de otro peculiar facultativo, un brillante residente de cirugía que padece autismo.

El remake triunfó a finales de 2017 y es una de las series internacionales más vistas de los últimos años. La quinta temporada, ya sin la sombra del covid, está en marcha. Ofrece las dosis más o menos habituales de tensión dramática, relaciones interpersonales y casos clínicos. Aunque parece una serie más de médicos, un género que no desfallece, gracias al peculiar síndrome de Savant de su protagonista se mantiene el pulso narrativo. Se trata de una enfermedad rara que afecta a algunas personas con escasas habilidades de comunicación y que, al mismo tiempo, resultan brillantes en otras ramas artísticas, el cálculo matemático o la memoria. La serie juega hábilmente con la dualidad de un joven hierático que se expresa de manera robótica y visualiza espacialmente a los pacientes para encontrar el diagnóstico adecuado.

La Universidad Pompeu Fabra de Barcelona aseguraba en un estudio de 2019 que la serie podía ser una herramienta “útil” para enseñar bioética a los estudiantes de Ciencias de la Salud. En su trabajo, identificaron hasta un total de “186 situaciones” en los que entraba en juego un principio relativo a esta rama de la biología y la medicina. Puede que algo esté cambiando en la ficción que gira en torno a los hospitales.