Durante la pandemia, la periodista y gestora cultural Zuriñe Maguregi empezó a valorar la importancia de vivir en comunidad, especialmente cuando se tienen hijos. Madre de una niña pequeña, Maguregi asegura que fueron dos los factores clave que le llevaron a meter la cabeza en la asociación vasca de cohousing Ametsak Sortzen: por un lado, la soledad no deseada, un fenómeno que ha cobrado fuerza en los últimos tiempos y que no solo azota a las personas mayores; y, por otro, el cambio de paradigma en la crianza actual, cada vez más individualista y carente de las redes familiares de antaño. “Tenemos que ayudarnos los unos a los otros para que la conciliación familiar sea posible”, afirma Zuriñe, de 41 años y residente en Donostia.
Vivir en comunidad
Cinco años después de su primer contacto con Ametsak Sortzen, en la actualidad forma parte del consejo de administración de esta asociación, creada en enero de 2018, y que reúne a “personas, familias, proyectos y profesionales interesados en la divulgación, impulso y desarrollo de un modelo de vivienda comunitaria”. La vivienda colaborativa o cooperativa (cohousing en inglés) no es, subraya Maguregi, una ocurrencia de “cuatro locos que quieren vivir en una comuna. Cada vez menos personas nos ven como bichos raros. Solo en esta asociación somos más de cien personas que queremos vivir en comunidad”.
"No es una ocurrencia de cuatro locos que quieren vivir en una comuna. Cada vez menos personas nos ven como bichos raros. Solo en esta asociación somos más de cien personas que queremos vivir en comunidad”.
Para sus promotores, se trataría de una alternativa real al alojamiento tradicional. Una tercera vía. En plena crisis de la vivienda, con los precios de mercado disparados y habiendo entrado en un callejón sin salida, se ha convertido en una alternativa entre la compra y el alquiler. “¿Qué persona joven dispone de 80.000 euros para pagar la entrada de una hipoteca? Sin una casa no puedes tener un proyecto de vida propio”, reflexiona Zuriñe.
La fórmula del cohousing, donde se integran viviendas con zonas comunes y sus socios gestionan tanto el edificio como las actividades que hacen, no nació antes de ayer. Tampoco se limita al cohousing senior, un fenómeno al alza, también en Euskadi, en el que las personas mayores “empiezan a verle las orejas al lobo” y buscan seguir siendo dueños de su destino en complejos de casas autogestionadas. Desde Ametsak Sortzen, recuerdan que el modelo originario se remonta a los años sesenta del siglo pasado en países como Dinamarca, aunando “la eficiencia y el aprovechamiento de los recursos, así como el fomento de las relaciones personales y la cooperación. Son proyectos que diseñan espacios a medida para las necesidades de cada familia y crean espacios de vida en comunidad”.
Maguregi hace hincapié en que el cohousing tiene varias patas. Nace de una necesidad perentoria: poder vivir con dignidad en una sociedad cada vez más individualizada y digital que propicia la indiferencia. Por eso, dice, no solo se trata de abordar y, si es posible, atajar el problema de la vivienda. “Vivimos en una sociedad donde todo va muy rápido: no tenemos tiempo para nada. Ni siquiera para poder criar a nuestros hijos. Pero es que además no nos preocuparnos por los demás, cada uno mira por lo suyo”. Atrapados por un ritmo de vida vertiginoso, la periodista y voluntaria de Ametsak Sortzen compara la situación actual con el aislamiento y la soledad que, por ejemplo, nos llegan de otras latitudes. “No estamos tan lejos de aquellos reportajes que veíamos en televisión de Tokio. Gente viviendo sola y limitando su relación lo máximo posible con los demás”, cuenta.
“No estamos tan lejos de aquellos reportajes que veíamos en televisión de Tokio. Gente viviendo sola y limitando su relación lo máximo posible con los demás”
Caseríos rehabilitados (y rehabitados)
El pasado 25 de junio de 2025, la Escuela de Arquitectura de la EHU de Donostia acogió la presentación de la investigación sobre vivienda cooperativa en cesión de uso en el medio rural de la CAV. El estudio, impulsado por Ametsak Sortzen en el marco de un grupo de trabajo con la financiación del programa Eraikal del Departamento de Vivienda del Gobierno vasco, parte de una cruda realidad: los caseríos agonizan, se están muriendo. De los 45.000 baserris que existen en la actualidad en los tres territorios vascos, “entre 8.000 y 10.000 (es decir, entre el 18 y el 22% del total), están abandonados o en riesgo de serlo”. Se estima que solo en Bizkaia hay entre 3.500 y 4.000 edificios de este tipo en una situación de dejadez y abandono. Según este informe, en Gipuzkoa la cifra desciende a 2.800-3.500 y en Álava se sitúa en torno a los 1.700-2.200.
Declive de las zonas rurales
Ante esta situación, Ametsak Sortzen apuesta por la vivienda cooperativa en cesión de uso como herramienta para revertir el declive de las zonas rurales. Las causas del abandono de los caseríos serían principalmente tres: el envejecimiento de la población (“el 65% de los propietarios supera los 60 años”); la baja rentabilidad económica (“solo el 12% de los caseríos activos son económicamente viables”); y las limitaciones legales, ya que “el 40% (de los caseríos) están en suelo rústico”, lo que conlleva una avalancha de trabas normativas para su reforma.
Cuatro caseríos de cohousing
Además, “los precios de la rehabilitación suelen ser elevados y difícilmente asumibles para muchas economías”. El estudio analiza la aplicación del modelo cohousing en cuatro caseríos de Bizkaia y Álava durante los últimos tres años. Todos ellos cuentan con huertos y amplios terrenos, y presentan diversas configuraciones comunitarias: Gordexola (16 personas, 9 adultos y 7 menores, conviven en una vivienda de 253 m²); Sopela (un total de 13 personas, 8 adultos y 5 menores, comparten una casa de 274 m²); Mendata (8 adultos y un menor habitan una casa de 230 m²); y en Elortza-Maeztu (11 personas adultas viven en una casa de 317 m²).
Con las tasas de natalidad cayendo en picado, apenas se suelen formar ya familias numerosas ni conviven varias generaciones bajo un mismo techo.
Más allá del chaletismo
No son ejemplos de casas unifamiliares, sino proyectos gestionados de forma cooperativa con los que se trata de demostrar que esta fórmula puede ser una respuesta viable frente al abandono rural, al tiempo que se promueven formas de vida más comunitarias. Zuriñe Maguregi recuerda que “la mejor manera de mantener vivos los caseríos es habitándolos”, y añade que, con las tasas de natalidad cayendo en picado, apenas se suelen formar ya familias numerosas ni conviven varias generaciones bajo un mismo techo. “No estamos en la misma situación que hace 50 años. Tenemos que buscar soluciones realistas y sostenibles más allá del chaletismo”, afirma.
Mirando de reojo
Ametsak Sortzen tiene muy claro que el modelo de vivienda cooperativo debe tejerse creando redes de apoyo mutuo, principalmente “con asociaciones o colectivos que se mueven y facilitan el modelo cohousing” en el conjunto del Estado. En Catalunya no se lo han pensado dos veces a la hora de poner en marcha proyectos comunitarios entre diferentes familias en masías rehabilitadas y también en zonas urbanas. La asociación Sostre Civic de Barcelona, en funcionamiento desde 2004, es una entidad pionera en la península; ya en 2010 permitió la promoción de los primeros planes de vivienda cooperativa. “Desde entonces, no han parado de generar proyectos de cohousing”, cuenta Zuriñe Maguregi. En la actualidad, Sostre Civic se compone de “más de 1.500 personas socias, con 28 proyectos (13 ya en convivencia y 15 en desarrollo) y 180 viviendas en uso”.
¿Qué podemos aprender del ejemplo catalán? “Absolutamente todo. Pero no solo de Sostre Civic. En Catalunya siempre han estado a la vanguardia en modelos alternativos de vivienda ”, responde Zuriñe. También menciona Axuntase, el primer cohousing de Asturias, que nació en 2014 y, tras constituirse como cooperativa, en 2023 colocó la primera piedra “de lo que serán 36 residencias en las que personas de todas las edades convivirán siguiendo unos principios muy claros, donde destacan la intergeneracionalidad y la sostenibilidad”. Este año está prevista la finalización de las obras en el pueblo de Caraviés, en el concejo de Llanera.
Ventajas y desventajas
En la página web de la entidad, ametsaksortzen.eus, enumeran en un apartado un total de 15 ventajas (económicas, sociales, medioambientales y sostenibles) asociadas al cohousing. ¿No hay nada que achacar a este modelo? Zuriñe reconoce que en sus procesos participativos, autogestionados y radicalmente democráticos, normalmente “los ritmos suelen ser más lentos de lo que estamos acostumbrados”. La toma de decisiones, por ejemplo, se complica cuando hay muchas opciones encima de la mesa, ya que se procura tener en cuenta todas las opiniones para poder llegar a un consenso que contente a todas las partes.
Responsabilidad compartida
Es lo que en Ametsak Sortzen denominan como “sociocracia” o responsabilidad compartida, permitiendo operar mejor a “largo plazo” y que todos encuentren acomodo sin controversia. En el modelo cooperativo no es posible especular. “Hay quien lo verá como una desventaja, pero para mí no lo es”, opina Maguregi. La vivienda, por lo tanto, no es un activo. No hay oportunidades de negocio para quien se aventure a apuntarse al cohousing. Cinco años después de empezar a plantearse vivir en comunidad, ella ya tiene un deseo para el futuro próximo: poner en marcha el primer proyecto de cohousing con cesión de uso público, a poder ser, en Gipuzkoa.