Nacida en 1916 en un pueblo de Ucrania, Liudmila Pavlichenko mostró desde joven interés por las armas y el tiro al blanco comenzando a practicar en un club de tiro local. Allí destacó ganando varias competiciones hasta que a los 15 años su familia se mudó a Kiev donde comenzó a estudiar Historia en la Universidad y se unió a un club de tiro universitario. Su destino cambió en 1937, cuando un oficial soviético la descubrió y la invitó a unirse al Ejército Rojo. Enviada a la Escuela de Francotiradores de Odessa para recibir entrenamiento, destacó por sus habilidades y se convirtió en una de las pocas mujeres en graduarse de la escuela. Con el inicio de la Operación Barbarroja, la invasión alemana de la URSS en 1941, se ofreció voluntaria junto a 2.000 mujeres que desempeñaron el mismo rol en las tropas soviéticas; 500 de ellas sobrevivieron a la guerra pero ‘Liuda’ marcó el récord en la neutralización de enemigos: hasta 309 nazis liquidados. En su biografía señaló que “los soldados alemanes parecían borrachos. Había desarrollado mi método favorito de disparo: dar al enemigo entre los ojos y la sien”. Tenía 25 años.
Tras el asedio a Sebastopol, fue puesta al mando de un grupo de francotiradores para su instrucción y ya era una celebridad incluso en las filas nazis. Su leyenda dice que después de que los alemanes intentaran reclutarla, Pavlichenko respondió: “¡Ustedes me llaman asesina y yo les llamo cobardes!”. Estaba ya en la lista de enemigos a eliminar con misiones especiales de francotiradores para sacarla de escena. Era objetivo militar y, apodada Lady Death, fue herida por fuego de mortero. Abordaba entonces su etapa alejada de la primera línea para luchar en el frente propagandístico.
Primera rusa en la Casa Blanca
Condecorada con la orden de Lenin, se unió a la delegación rusa que viajó por Canadá y EE.UU para presionar a los gobiernos, entrar en la guerra y abrir un segundo frente en la Francia ocupada. Fue el primer grupo de ciudadanos rusos en ser recibidos en la Casablanca llegando a residir en la vivienda oficial del presidente y hacerlo por invitación de la primera dama, Eleanor Roosevelt, quien organizó una gira por el país. Con un escaso manejo del inglés y, presentada como una heroína, le fue otorgada la Medalla de Honor del Ejército de los EE.UU y fue vitoreada en conferencias impresionando a la sociedad americana.
A la vez, tuvo que enfrentar preguntas que la retrataban como una rareza, una artillera y francotiradora de élite que despertaba la curiosidad sobre el uso del pintalabios en las trincheras o la ropa interior bajo el uniforme verde militar. Su gira, sin embargo, no inclinó la balanza hasta que pasados dos años, el ataque a Pearl Harbour determinó la entrada de los EE.UU en la guerra.
Amistad y memorias
Es conocida la buena relación entre Pavlichenko y Eleanor Roosevelt, contra quien ‘Liuda’ nunca tuvo prejuicios: “Aristócrata, millonaria, de la clase explotadora, nunca pensé que pudiese interesarse tanto por mí”. La primera dama señaló que la contribución de Pavlichenko “ha desafiado los roles de género tradicionales y ha dejado una marca indeleble en la historia militar”.
“Tuve la opción de convertirme en enfermera, pero la rechacé»”, señala en sus memorias La francotiradora de Stalin. Escrita cuando ‘Liuda’ tenía 60 años, se basó en sus diarios de guerra y relaciones personales, como la que mantuvo con el teniente y luego esposo, Alexei Kitsenko.