Su escritura ha enamorado a miles de lectores, que comenzaron a acompañarla con sus primeras novelas, como Valeria, o Fuimos canciones (ambas adaptadas en la pantalla), y que ahora siguen con ella a través de su última novela, Cómo (no) escribí nuestra historia, una historia que lo cuestiona todo. Una nueva forma de leer el amor.

¿Recuerda cómo fue su primera toma de contacto con la literatura? ¿Cuál fue el primer libro que llegó a sus manos y que la enamoró?

Pues me acuerdo del primer libro que llegó a mis manos, y que no me enamoró en absoluto. Se llamaba Caramelos de menta, y lo recuerdo con cariño, pero me costó mucho leerlo. Pero muy pronto mi hermana me dijo “Mira, leer te va a encantar, pero te va a encantar cuando tú decidas lo que quieres leer”. Por eso, el primer libro que recuerdo con cariño es La historia interminable, de Michael Ende. Es una maravilla de libro, lo regalo muchísimo.

¿Qué le diría a quien aún no ha encontrado ese libro? 

Me encuentro con muchas personas, incluso en mi círculo de amigos, que me dicen “No me gusta leer, es que me da sueño...” Y siempre les digo que no han encontrado el libro, porque siempre hay un libro que te hace descubrir vidas. Quien no lee, vive su vida. Y quien lee, vive su vida y la de cientos de personajes más. Tú puedes viajar sentada en el sofá. Siempre hay un libro que te va a acoger y te va a pellizcar el estómago, y te va a encender ese motor de la curiosidad y te va a hacer querer leer más y más y más.

Y quien escribe vive vidas que aún no han sido creadas. 

Totalmente. Vidas imaginadas, y algunas son esas que nos hubiera gustado vivir, y en otras simplemente es jugar.

“Hace mucho tiempo que desarrollé el ejercicio de ‘No le temas a la hoja en blanco’”

¿Qué le dio las alas para querer escribir? 

Yo creo que eso, es jugar. Y además escribo desde muy joven. Escribía cuentitos en los que mis amigas y yo éramos las protagonistas. Nos juntábamos los fines de semana para leerlos, y ahí empecé con ese gusanillo de que cuando tú inventas la realidad sucede lo que tú quieras. Y es divertidísimo. Es mi trabajo, y a veces tiene cosas malas como cuando un capítulo no sale, o los personajes se retuercen y no quieren entrar por donde tú los has programado... Pero yo tengo un post it puesto en el ordenador cada vez que empiezo una nueva novela que pone “¿Dónde quieres ir hoy?”. Y me parece la magia que tiene esta profesión, que puedes ser todos los días otra persona, ir a donde quieras... Si fuera hace sol y calor y quieres que llueva y haga frío lo puedes conseguir.  

Algunas de sus protagonistas, como Valeria o Elsa, también son escritoras. ¿Qué siente al retratar a una compañera de profesión con todas sus luces y sombras?

Pues fíjate, con Valeria lo hice sin saber lo que hacía, porque yo aún no sabía lo que era ser escritor. Y en Valeria estaban todas las aspiraciones, y en Elsa al contrario están volcadas todas esas zonas más oscuras que hay detrás del escritor. Creo que hay mucha poesía alrededor de la figura del escritor que no siempre hace bien. Queda muy bien esto de imaginarte al escritor escribiendo de noche con su güisqui, y nada más lejos de la realidad. Te das cuenta de que necesitas una rutina, aunque tienes la suerte de organizarte como quieras. Necesitas ser muy cabezón, empezar y seguir... Y Valeria es la cara más amable y soñadora de la figura de la escritora, y Elsa es la cara más histriónica. 

Elsa también representa la crisis creativa, que a Valeria también le pasaba en ocasiones. ¿Alguna vez ha sentido el peso de la crisis creativa, el síndrome del impostor, dos afecciones que parecen ir muy ligadas a la profesión de escritor?

Van ligadas a la profesión, y van muy ligadas a la figura de la mujer trabajadora también. Como que nos cuesta mucho decir “Estoy aquí porque me lo he currado”. Yo lo he sentido muchas veces. He sentido el miedo a la hoja en blanco. Yo hace mucho tiempo que desarrollé el ejercicio de “No le temas a la hoja en blanco. Tú escribe y si tienes que borrar después ya borrarás”. Sí que temo mucho a meter la pata. Me exijo mucho a mí misma. Hay un montón de presiones alrededor de esta carrera que sí que las llevo cargando, son como piedras en una mochila, y de la mayor parte de ellas la culpable soy yo. 

Lo que sí ha demostrado a lo largo de todos estos años es que la novela romántica no es solo amor. ¿Cómo ha nacido ahora esta nueva novela?

Esta nueva novela yo creo que habla de la presión ya no solo la que ejerce el entorno en ti, sino de la que ejerces tú solo, la búsqueda de la perfección, cómo nos enfocamos en que cuando nos falta el amor romántico parece que todo el resto de nuestra vida es un desastre... Y habla también mucho de cómo maquillamos las heridas, cómo ponemos maquillaje por encima y una tirita, y esperamos a que se cure solo sin hacer un parón y sobre todo perdonarnos a nosotros mismos. Creo que es una novela que habla mucho de la relación tóxica que podemos tener con nosotros mismos.

“Valeria es la cara más soñadora de la figura de la escritora, y Elsa la más histriónica”

Y también con otros.

Y también con otros.

En este mundo de las red flags en el que vivimos, ¿a qué señales tenemos que atender para darnos cuenta de que ambos tipos de relación no están siendo sanas?

Hay tantas red flags que deberíamos escuchar... Una amiga dice que deberíamos llevar todas una camiseta que diga “Date cuenta, amiga”. Porque todas estamos no queriendo ver algo que nos está llamando la atención por el rabillo del ojo. Con nosotras mismas hay una red flag bastante importante, y es que muchas veces nos hablamos como seríamos incapaces de hablar a nuestros amigos. Nos decimos cosas horribles. Creo que lo primero que hay que educar es el diálogo interior, con uno mismo. Y en las parejas, las red flags serían que sea celoso o celosa, que nos controle. Para mí el control es una red flag grandísima. Que nos manipule, que ningunee nuestras emociones, que sea un narcisista... Sobre todo que no se alegre por nuestros logros. Y sobre todo ojo si no se lleva bien con nuestros amigos. 

Si tuviera que describir el amor propio y el de otra persona, pero el incondicional, en una palabra o una frase corta, ¿cuál elegiría?

El incondicional hacia una misma es difícil describirlo en una palabra, pero creo que sería que en el momento en el que encuentras placer en estar sola en casa, un momento para ti con un libro, con una película, con cualquier cosa que te guste, estás haciéndolo bien. Y con el amor en pareja, el amor incondicional creo que es un compañerismo con erotismo. 

Ya pasó con Valeria y con Fuimos canciones. ¿Le gustaría que esta novela también saltara a la pantalla?

Me encantaría porque el proceso es divertidísimo, y en cada uno aprendes más. Ahora que estamos con Un cuento perfecto en la fase de postproducción esperando el pistoletazo de salida, le voy cogiendo el gustillo sobre todo a aprender. Me encantaría, pero porque creo que los personajes de repente adquieren otras vidas, se hacen más redondos. Pero yo soy muy consciente de que el libro es el libro, la adaptación es la adaptación, y hay que disfrutarlas como tal.

Personal

Nació en Valencia, el 3 de junio de 1984, y estudió Comunicación Audiovisual, con un Máster en Comunicación y Arte en la Complutense. 

Algunos de sus libros han sido adaptados a la pantalla, como la saga Valeria que se ha convertido en serie para Netflix, o Fuimos canciones, película protagonizada por María Valverde (A tres metros sobre el cielo) , también disponible en la plataforma Netflix.


‘Cómo (no) escribí nuestra historia’

Su nueva novela cuenta la historia de Elsa Benavides, una escritora de éxito con una crisis creativa y una obsesión: matar al personaje que la catapultó al éxito. “Pero la solución a sus problemas no pasa por electrocutar a Valentina con un móvil en la bañera. Es la punta del iceberg de una herida más profunda. Decidida a huir para volver a abrazar la escritura, se topa con Darío, un músico recién llegado de París”.