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Miriam SantorcuatoVoluntaria y presidenta de la asociación Askabide

“Las prostitutas están totalmente invisibilizadas y desprotegidas”

Miriam Santorcuato, voluntaria y presidenta de la asociación Askabide desde el año 2009, pone en esta entrevista el foco en la inclusión social de las personas que ejercen la prostitución

“Las prostitutas están totalmente invisibilizadas y desprotegidas”Oskar Gonzalez

Historiadora, orientadora social y presidenta de la asociación Askabide, Miriam Santorcuato contagia su entusiamo. Habla con claridad, hila ideas, comparte sus preocupaciones y, si se da el caso, se pone seria estableciendo una serie de líneas rojas. “Tenemos cosas que son incuestionables. Cuando una mujer entra por la puerta, se le escucha y jamás, repito, jamás, se le juzga. Se pone en valor su trayectoria vital, su cultura, y lo que hacemos nosotras es ponernos a su lado”. La puerta a la que se refiere Santorcuato, de 58 años, es la de la sede de Askabide en Bilbao (calle Amparo, 1), que desde 1985 se dedica a la normalización e inclusión social de las personas que ejercen la prostitución y de mujeres en situación de exclusión. Se le quiebra levemente la voz cuando cuenta que la cafetera de la oficina siempre está encendida. La rutina compartida del café se convierte así en un hilo invisible que une a las mujeres que solicitan ayuda a Askabide. “Que entren, se tomen un café y nos cuenten su vida es una de las cosas que más me emocionan”,. 

Con sencillez, y también una pizca de orgullo, es capaz de hablar de la confianza que cientos de mujeres depositan en la asociación. Presidenta desde 2009, su colaboración con Askabide arrancó doce años atrás, en 1997, cuando su primera hija apenas tenía año y medio. Santorcuato ya había formado parte con anterioridad del numeroso movimiento eskaut de Bizkaia. Recuerda que por aquel entonces le “picaba el gusanillo del voluntariado” y decidió buscar una organización que trabajara con colectivos desfavorecidos y mujeres en riesgo de exclusión. Se decantó por Askabide. Según cuenta, la entidad reconoce “enormemente” la labor de las personas voluntarias hasta el punto de que también tienen la posibilidad de participar en la junta directiva, donde se dibujan las líneas estratégicas. Un día le ofrecieron la presidencia y accedió. De eso hace ya 16 años. 

Asume desde entonces las tareas de representación pública de Askabide: firma los convenios y acuerdos, asiste a actos institucionales, mantiene el contacto con las administraciones públicas, atiende a los medios de comunicación, toma la palabra en discursos, recoge, si se da el caso, los premios y galardones otorgados a la asociación… Ella es la cara visible. Compagina el voluntariado con su trabajo profesional -“desde hace muchísimos años”- en la organización social EDE Fundazioa. ¿No siente el desgaste derivado de tanta dedicación durante más de 15 años? Aunque al principio parece que duda, Santorcuato afirma que todavía no está “en ese punto”. Tiene cuerda para rato. “Algún día llegará ese momento, pero por ahora estoy muy satisfecha, me sigue motivando lo que hago”. 

Ni abolir ni penalizar la prostitución


A Askabide le preocupa más la forma que el fondo de la futura ley abolicionista que prepara el Gobierno central. Históricamente, esta asociación nunca ha tomado partido por abolir o despenalizar la prostitución. En un Estado en el que cientos de miles de hombres pagan por sexo, el movimiento feminista aboga mayoritariamente (aunque también hay una parte que se muestra a favor de su regulación ) por la prohibición.  


La presidenta de la organización argumenta que “mucho tendrían que cambiar las cosas” para que Askabide se decantase por una u otra postura. “Nuestra misión no está en el plano ideológico, para eso ya hay otras entidades que trabajan desde una línea concreta”. Su labor principal es la de convertirse en referentes en el territorio “en la defensa de los derechos de las personas que ejercen la prostitución y en la atención personalizada e integral”, explica María Santorcuato. 


Para ella, la gran cuestión es cómo conseguir que las mujeres que están en situación de prostitución tengan voz y voto en el debate político. Y lanza una advertencia: “Ojo con la decisión que vayamos a tomar. En todo momento hay que pensar en las consecuencias que puede tener para el colectivo una ley de este tipo. Por ejemplo, si deciden cerrar los clubs, ¿qué pasará con las mujeres que trabajan en estos sitios? La demanda de prostitución no va a desaparecer. Tenemos que darles una alternativa laboral o una salida digna a estas mujeres”, argumenta. Por último, dice que tiene una “frase de presidenta” recurrente que lleva por bandera y suele repetirla siempre que puede: “Askabide trabaja por la dignidad de las personas”. No iba a dejar la oportunidad de soltarla.  

No obstante, sí que echa en falta, reconoce, otras labores más apegadas a la realidad de las mujeres y no tanto vinculadas a la gestión y organización de la asociación. Actualmente, en el seno de entidad se debate cómo hacer más efectiva la colaboración de las personas que desean implicarse de manera altruista No siempre es fácil asignarles una tarea concreta. La participación solidaria, siendo “muy importante”, ya que aporta “un plus de frescura y una visión externa” que permite salirse del guion preestablecido, requiere una orientación clara, un rumbo definido. “Por eso tenemos que ser capaces de darles una respuesta y ofrecer un espacio en el que puedan participar de manera eficaz”, razona Santorcuato. 

Los 80: tan cerca, tan lejos

La prostitución no es un fenómeno nuevo ni aquí ni en nigún otro sitio. En 1985, un grupo de personas constituyó la asociación Askabide “ante la realidad” de las mujeres que ejercían, sobre todo, en la calle Cortes y otros puntos de Bilbao la Vieja. Durante los siguientes cinco años años, Askabide logró levantar un centro de acogida, un primer recurso residencial dirigido a “mujeres del entorno de la prostitución” y el piso de acogida Askarri, el primer o de sus características en Bizkaia, para mujeres “con problemas de abuso de sustancias psicoactivas”. Los años 80 quedaron atrás, son otros tiempos; pero, tanto entonces como ahora, sigue habiendo muchas mujeres abocadas a la prostitución por falta de oportunidades laborales u obligadas por chulos y redes de trata. 

En esencia, señala Miriam, muchas cosas siguen igual que antes, como el estigma social que pesa sobre el colectivo. “Están totalmente excluidas, invisibilizadas y desprotegidas. Siguen siendo mujeres que, por el hecho de ejercer la prostitución, cargan con una marca que las condiciona, porque aún se las mira como prostitutas y no como mujeres en toda su dimensión”. Ahora, las mujeres en situación de prostitución son mayoritariamente extranjeras de diferentes edades que provienen de países azotados por la pobreza. “Lo que ha cambiado es el perfil de estas mujeres. Cuando yo llegué en el 97 eran sobre todo autóctonas, nacionales, y ahora en un porcentaje altísimo, en torno al 85% o 90% son mujeres extranjeras. Es un reflejo de la evolución de la sociedad. En los años 80 y 90 no había en Euskadi tanta inmigración como ahora”, expone la presidenta de Askabide.

Llegan sin apenas recursos, con lo puesto. Muchas veces no conocen el país, ni el idioma y ni siquiera tienen permiso de residencia. Miriam Santorcuato subraya que estas trabajadoras sexuales no encuentran “otra opción digna para sobrevivir”. No es un panorama halagüeño, se mire como se mire. “Son mujeres que vienen de una pobreza extrema. Llegan aquí y se encuentran con este panorama. ¿Pueden elegir hacer otra cosa? Están en una situación tan precaria que no tiene donde elegir”, continúa.