Por las páginas de la novela pasan desde buscavidas, mujeres fatales, ladrones de guante blanco y espías, hasta caraduras, bohemios y condesas que se esconden del horror de la Segunda Guerra Mundial en Marbella, justo en el momento en que el lugar empezaba a convertirse en el centro turístico de las grandes fortunas de toda Europa. Viruca Yebra (Sarria, Lugo) ha desarrollado su carrera profesional en el diario ABC, ha sido también delegada de la Xunta de Galicia en Madrid, fundadora del Club de Periodistas Gallego y directora del Club Internacional de Marbella. En 2016 publicó su primera novela, El fuego de flamboyán, una crónica histórica de la emigración gallega a Cuba. Ahora se involucra, con La última condesa nazi, en la vida cotidiana de los que, al margen de la España franquista, encontraron en la Costa del Sol, en concreto en Marbella, un refugio: artistas, aristócratas, homosexuales…. y también nazis camuflados. “Fue la gota de libertad permitida en el franquismo”, señala Yebra. “La Marbella de los sesenta ya no volverá, pero era maravillosa. Lejos de la imagen frívola que se proyectaba desde algunos medios, era una ciudad donde primaba la sencillez y no volverá porque el mundo ha cambiado”, sostiene la periodista, quien se hizo un espacio entre la jet marbellí en los 80. La novela combina el espíritu y el estilo de las historias decimonónicas, el devenir de las sagas familiares que deben de hacer frente a los cambios de la Historia que tienen que reinventarse si quieren sobrevivir. Yebra pone de manifiesto su amplio conocimiento de la Europa y la América de los años 50, que describe a lo largo de muchas páginas documentadas por las conversaciones mantenidas con personajes de la Marbella de sus años dorados.

Poco o nada queda de la época dorada de Marbella que todos tenemos en el imaginario...

No queda nada. Entonces las fiestas eran estupendas, se organizaban en las casas, y el flamenco y los juegos estaban a la orden del día. En los 80, cuando todo empieza a cambiar, Marbella ya lo había hecho, porque siempre ha ido por delante. Allí continúa viviendo gente que tiene un título nobiliario pero que es muy normal. Es solo que no presumen de ello, entre otros motivos porque actualmente no sirve para mucho, aunque algunos de quienes los tienen no son merecedores de llevarlos.

¿La condesa Clotilde, la protagonista de su novela, es una mujer que se tiene que reinventar?

Es una superviviente decidida a luchar por su vida, esclarecer su pasado y aprovechar los golpes de suerte. Es una mujer distinguida y fuerte, pero en el fondo, como cualquier ser humano normal, es vulnerable, sufre y lucha por alcanzar la felicidad de ella y los suyos. Asume la pérdida de los privilegios del pasado e incluso la pobreza. Las heridas que le persiguen son esclarecer el fallecimiento de su marido, el comandante Max von Havel, la infidelidad, el engaño o la soledad. El personaje que describo es fuerte y distante, pero al mismo tiempo amable y humano con los débiles porque cree en la justicia social.

Su personaje vive el desamor y la traición, pero al final encuentra la felicidad.

Es un mensaje como la vida misma, transitamos por aguas turbulentas para llegar a puerto seguro. Es un tratado de esperanza. Como muchas mujeres, Clotilde, después de desilusiones, encuentra al final la paz y la felicidad.

¿Ha conocido muchas clotildes?

Sí. Muchas que, con sus familias, se desperdigaron por el mundo y bastantes recalaron en Marbella. Me contaron muchas historias y con ellas fui armando el libro con el que busco saber lo que hizo mucha gente después de la Segunda Guerra Mundial. Paseando por el paseo marítimo me encontré con señoras elegantes, solas, siempre de sport, pero perfectas. Y supuse, y no me equivoqué, que tendrían un pasado muy interesante para ser contado. Así empezó todo.

¿Su libro es una ficción basada en hechos reales?

Así es, aunque pueda padecer una contradicción. El 80% de lo narrado en la novela ha sucedido en la realidad. Además, algunos de los testimonios que recojo son de personas que ya han fallecido; personas que vivieron esa época y me contaron sus vidas. Eso para mí, supone un valor añadido.

¿Entre ellos el príncipe Alfonso de Hohenlohe, que en los 50 se dio cuenta del gran potencial de Marbella para atraer un turismo de calidad?

Él atrajo a este enclave malagueño el turismo de élite internacional, actrices y actores en la cúspide de sus carreras, empresarios, políticos… al tiempo que imprimió un carácter de modernidad que hasta entonces no se había visto en ninguna ciudad de España.

¿Hay más personajes importantes?

Sí, el cura Bocanegra, una persona liberal que intentaba favorecer en todo lo posible a sus feligreses. Además, no interfería para nada en la vida bohemia de los intelectuales que procedían del Tánger internacional. Conseguía prebendas de los ricos para favorecer a los pobres, y así todos salían beneficiados.

Clotilde aterrizó en Marbella en el año 63 y se encontró con la España del nacionalcatolicismo y la pobreza...

Sí. Se halla un país con muchas diferencias sociales que se habían ido agrandando durante la dictadura. Sin embargo, se topa también con su paraíso, porque la sencillez suele ir acompañada de la clase y el saber estar, y también con la diversión. Pero sí era un pueblo con grandes desigualdades de clase, los pescadores eran muy humildes y luego estaban algunas familias adineradas que se dedicaban a la agricultura.

Si tuviera que decantarse por los personajes más interesantes que conoció en la época de esplendor de Marbella, ¿con quién se quedaría?

Con muchos. Además, los he incluido en la novela. Desde Hohenlohe hasta la familia Bismarck, Ana de Pombo, Edgar Neville, Manuel Castillo, Vicente Viudes, Martín Zerlo, y un largo etc.

¿El Marbella Club es donde empezó todo?

Si no lo hubiera creado Alfonso de Hohenlohe probablemente Marbella no hubiera existido, y no sería lo que es ahora. Desde las personas con más posibilidades económicas hasta la gente más sencilla unieron sus fuerzas para convertir a la ciudad en un referente internacional del turismo de lujo. Porque tiene todas las cualidades para serlo: el clima, la gastronomía, las infraestructuras, y sobre todo la sencillez de sus gentes. Es un lugar magnífico. El Marbella Club fue el sueño hecho realidad de Hohenlohe.

Pero la vida social de entonces no se parece en nada a la de ahora...

Era otro concepto. La ordinariez no tenía acto de presencia y el buen gusto y la diversión no estaban reñidas. El respeto era una máxima que ahora hecho mucho de menos.

¿Qué queda de los tiempos dorados?

Poco o nada, el mundo ha cambiado y los gustos también.

¿Qué significó y sigue significando el conde Rudi para la vida social de la ciudad?

Es una joya por su saber estar. Sabe conversar con las personas, independientemente de su estatus social. A todos les hace sentirse cómodos e importantes, porque les escucha y se interesa por lo que le cuentan. Es maravilloso y puedo decir que está dentro de mi grupo de amistades.

Como periodista se especializó usted en crónicas sociales. ¿Por qué?

Porque vi que podía hacerme un hueco para trabajar en el periodismo. Me especialicé en fiestas privadas de la alta sociedad española, a la que le encantaba salir en el periódico. También es verdad que me casé con alguien de Marbella que conocía a la mayoría, y eso me ayudó. Hoy sería misión imposible. He podido contactar con mucha gente de entonces y coincidir también en alguna cena con exnazis, que hablaban sobre todo aquello. Yo tomaba nota y estaba en silencio.

Fue la creadora del Club Internacional de Marbella.

Toda la vida me ha encantado crear puntos de encuentro y lo sigo haciendo, creo que se me da bien eso de unir a gente de distintos pensamientos y propiciar el debate. Ese fue el objetivo del club, con la Casa de Europa. También me siento muy orgullosa de haber creado el bazar de Cáritas.

¿Cómo es la Marbella donde vive tras la época negra de Jesús Gil que tanto daño hizo a la imagen de la ciudad?

Sigue siendo un enclave internacional de lujo como otros muchos que hay en el mundo. Tiene un clima magnífico y su oferta gastronómica no tiene nada que envidiar a otros enclaves internacionales.