Sus novelas son historias inventadas que beben de la realidad y en las que el lector puede reconocerse. En su última travesía literaria se ha centrado en esas industrias que han surgido de la nada para hacernos creer que podemos vivir más seguros. Isaac Rosa es un hombre positivo que no está de acuerdo con calificar los momentos actuales como distopías catastróficas, ni tampoco con utopías ni regresos a pasados nostálgicos. Ahora propone Lugar seguro, un viaje divertido de la mano de un tal Segismundo García que quiere prosperar a base del temor del prójimo. Con esta historia ha conseguido el premio Biblioteca Breve.

Hay que reconocer que su personaje Segismundo García es fascinante. ¿De dónde lo ha sacado?

Mientras esperaba hacer esta entrevista estaba leyendo una noticia sobre esos personajes que se han dedicado a ganar dinero en comisiones con las mascarillas y a forrarse a cuenta de la situación de emergencia. Me sonaba bastante a este tipo de buscavidas que están siempre adaptándose a la realidad y al negocio del momento. Unos venden búnkeres cuando toca y otros mascarillas. Y a veces les sale bien.

Como en el caso de las mascarillas, mientras nadie les descubra... ¿no?

Eso es. A otros les sale mal, como a mi Segismundo, un buscavidas que está obsesionado con gastar dinero y que vende búnkeres como podía vender otro tipo de cosas.

Quién iba a pensar hace año y medio cuando empezó a trabajar esta novela que los búnkeres podrían ser objeto de interés y deseo.

Y hace dos meses se falló el premio. Estábamos antes de la actual guerra. Empezamos a trabajar el libro y decidimos que en la portada íbamos a sacar un hongo nuclear. El día que salió el libro a la calle estábamos en una semana de la guerra. Los periódicos hablaban de guerra nuclear y en las tertulias se hablaba de Tercera Guerra Mundial.

Pleno total.

No era mi intención, pero lo que era una historia de futuro y un tanto inverosímil se convirtió en algo muy cercano y actual. Lo que era una ficción de un tipo vendiendo búnkeres tomó otra lectura. El búnker forma ahora parte de nuestro vocabulario y aparece en nuestro horizonte. Es una coincidencia desgraciada. Estaría encantado de una novela sin búnkeres de verdad, tan solo metafóricos, y estar pensando en otros términos. No ha podido ser, y esta se va a leer a la sombra del momento actual.

Isaac Rosa.

Su obra se sitúa dentro de nuestros pavores. ¿Da para tanto el negocio del miedo en la vida real?

En los últimos tiempos se ha levantado toda una industria en torno al miedo. Hay una industria que se llama de seguridad, pero es, como dices, la industria del miedo, y lo que quieren es vendernos esa seguridad en sus distintas variaciones, pero no dejan de ser fórmulas para quitarnos la sensación de incertidumbre con la que vivimos.

¿Y lo consiguen?

A veces. Lo que ocurre es que el miedo y la incertidumbre con los que vivimos desde hace algunos años no se quitan con un búnker o con una alarma en casa. Estas sensaciones tienen un mar de fondo y vienen de largo. No son tan fáciles de quitar.

¿Somos tan dramáticos que nos lo compramos todo?

Vivimos con cierta ansiedad de buscar una protección, seguridad, de encontrar búnkeres, aunque estos sean metafóricos. Pienso que este es el estado colectivo que tenemos desde hace bastantes años. No es la guerra, y tampoco creo que sea la pandemia; es el conjunto de los acontecimientos de este siglo XXI, que empezó con el 11-S y nos ha traído hasta el momento actual, encadenando uno detrás de otro.

¿No relativizamos?

Vamos muy rápido. Relativizar exige pensar y no nos damos tiempo. Hemos encadenado crisis, sucesos de todo tipo, accidentes, episodios a los que enseguida colocamos la etiqueta de históricos... Es lo que nos hace mirar al futuro con incertidumbre y nos crea sensación de que estamos a merced de lo próximo que venga. Contra eso, compramos los que nos pongan por delante y que creamos que nos hace sentir seguros, incluso los búnkeres low cost, sucedáneos de seguridad.

¿Cree que hay muchos Segismundos García por la vida?

Claro que sí. Dentro de esta ideología del emprendimiento en la que vivimos, de esa insistencia de convertirnos todos en emprendedores, hay algunos que emprenden de buenas maneras y otros que son los granujas de toda la vida que están todo el tiempo a favor del negocio del dinero fácil. Cuando es ladrillo, están al ladrillo, cuando son mascarillas, a ello están, y cuando hay que vender un búnker o una alarma, no hay problema, ahí están ellos. Sí, creo que hay mucho Segismundo suelto, por desgracia.

Los críticos le sitúan siempre a usted en la novela social, pero da la impresión de que quitando capas nos encontramos con novela política.

Estoy de acuerdo. A mí me gusta más lo de novela política. La novela social dice algo de la historia que cuenta, pero habla más de la forma. Además, la asociamos con un tipo relato cercano al realismo. Me interesa más la novela política, porque es la que elige el tema, el fondo y el asunto, pero vuelve conflictiva la forma.

En la novela anterior a esta, Feliz final

Ja, ja, ja€ ¿Cinismo? No, realidad. Es difícil contar nuestras propias historias de amor al margen de las condiciones materiales de vida. Nosotros no vivimos, ni nos amamos y desamamos en el vacío, fuera del mundo. Tenemos unas condiciones de vida, tenemos una realidad y unas circunstancias que van a influir en nuestras historias de amor, de pareja, de familia o de lo que sea. Las circunstancias económicas atraviesan nuestras vidas, nuestras relaciones sentimentales, nuestra vida amorosa y nuestra vida de familia.

Vamos, que lo de contigo pan y cebolla no sirve de mucho en el universo amoroso.

En el amor hay circunstancias que marcan nuestras relaciones. Supongo que en ciertos momentos de nuestras vidas a ciertas edades solo hay problemas amorosos, solo de relación. Son problemas privados, personales e íntimos, pero que también tienen una dimensión más amplia porque hay un componente social.

Su literatura recorre diversos temas, no se queda anclada en una temática específica.

Yo escribo sobre nuestro tiempo en un sentido muy amplio, pero me gusta mirar sobre todo a las zonas conflictivas de la realidad. Me gusta mirar a los lugares a los que la literatura puede asomarse ofreciendo miradas diferentes, miradas que son distintas a las que hace el periodismo, incluso el buen periodismo.

¿Era la literatura el universo que perseguía siendo más joven?

No era una cuestión vocacional. No quería ser escritor, ni siquiera era de los que empezó de niño a escribir. Apenas leía literatura cuando era adolescente o en la primera juventud. Yo venía del mundo del cómic, era lector de cómic. Mi vocación frustrada fue la de dibujante de cómic. Empecé a estudiar Periodismo como podía haber estudiado otra carrera, y allí descubrí la palabra, el lenguaje, y me di cuenta de que lo que me apasionaba no era dibujar cómics, sino contar historias. Me di cuenta de que lo que uno escribe puede tener consecuencias sobre el que lo lee. Empecé a escribir y tuve la suerte de poder publicar.

¿Cree que se vive mejor de la literatura que del cómic si se hubiera dedicado a ello?

Seguramente vivir del cómic sería más difícil que vivir de la literatura, que ya es decir. Yo, desde hace años puedo vivir de mis libros y de los alrededores de mis libros.

Desde que la pandemia se instaló en nuestras vidas, ahora podemos sumar a las desgracias Ucrania. Da la sensación de que vivimos en una distopía continua.

Es lo que creemos y lo que nos repetimos una y otra vez. Se ha vuelto como un lugar común el decir que vivimos en una distopía. Yo no soy tan negativo. Intento ser un poco más positivo, optimista, esperanzador€ No creo que vivamos en una distopía y no creo que estemos abocados a una distopía. No creo que el futuro tenga por qué ser distópico, como lo es en cantidad de ficciones que miran también al mañana.

¿La utopía como futuro?

No, tampoco. No hay que irse al extremo contrario. Creo que el futuro es incierto. Pienso que el horizonte utópico debe ser importante tenerlo a la vista, hacer transformaciones y pensar en una vida mejor. Creo que hay posibilidades de cambiar las cosas. Siempre intento hacer ejercicios de optimismo.

¿Con Putin o sin Putin?

Ja, ja, ja€ También en eso soy optimista y creo que, aunque el momento que vivimos ahora es terrible, pasará y que dentro de unos meses nos habremos olvidado de la guerra, no de sus consecuencias, y espero que de Putin, por supuesto. Pero seguramente estaremos en otro episodio.

¿Vivíamos en un mundo feliz y se nos ha roto?

Tampoco es eso. Desconfío tanto de los futuros distópicos como de los pasados nostálgicos. La nostalgia me parece una consecuencia lógica del presente que vivimos y del futuro sombrío que vemos por delante. Me parece lógico idealizar el pasado y caer en la nostalgia, pero pienso que la historia no se repite y que nuestro futuro no puede ser la nostalgia del pasado. No podemos aspirar a lo que ya pasó.

¿La memoria y los recuerdos suelen traicioneros y tramposos?

Puede. Tendemos a idealizar los recuerdos, de ahí esa trampa nostálgica.

¿Borramos el pasado?

No, de ninguna manera, no debemos y no podemos, no está en nuestras manos. Hay cosas que aprender del pasado; hay experiencias, aciertos y errores, pero nuestro horizonte no puede ser el pasado.

¿Se imagina a un héroe de novela similar a Zelenski?

Pienso que Zelenski tiene una novela. Es un personaje que no conocemos en realidad. Solo vemos su imagen pública, que supongo está muy trabajada. Se ha hecho un trabajo muy profesional de cara a ganarse a las opiniones públicas occidentales.

¿Una imagen de diseño?

No lo digo con crítica, sino señalando que hay un trabajo de profesionales que están colocando el relato de lo que está ocurriendo en Ucrania. No sabíamos mucho de Zelenski antes de la guerra y no sabemos mucho ahora, más allá de esa imagen que proyecta.

PERSONAL

Edad: 48 años.

Lugar de nacimiento: Sevilla.

Formación: En la faculta de Periodismo se encontró con la palabra y se emocionó con contar historias cercanas a la realidad.

Trayectoria: Comenzó a publicar en 1999. Su primer libro fue El ruido del mundo, al que le siguieron otros como La malamemoria, El vano ayer, ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!, El país del miedo, La mano invisible, La habitación oscura, Feliz final y ahora Lugar seguro, que está promocionando y se centra en el floreciente negocio del miedo y la seguridad.