No es algo habitual, pero se hace, sobre todo si hay afición al mundo del vino y se encuentra a la persona adecuada para dirigir el encuentro. ¿Qué requisitos debe reunir? Conocimientos, dotes organizativas (hay que elegir y comprar los vinos, preparar documentación para los asistentes, la infraestructura mínima, prever un picoteo...) además de un poco de paciencia y carácter didáctico. Entretener comunicando no es tan sencillo, ni siquiera cuando se cuenta con la colaboración de unos buenos vinos, en este caso franceses, que era el objeto de la cata privada que aquí comentamos, desarrollada recientemente en un txoko de Pamplona, la sociedad Anaitasuna.

Jordi Vidal Ragout ofició de maestro de ceremonias, un maestro competente al que le sobran casi todos los atributos comentados anteriormente, y desde luego conocimiento, particularmente de los vinos elegidos, los franceses. Nacido en Madrid en 1968, en su extenso curriculum profesional destacan los doce años que fue director-gerente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Navarra, a donde llegó de la gerencia de la Unión Española de Catadores.

Jordi Vidal, al frente de la cata.

Educado en castellano y también en francés, el idioma natal de su madre, es diplomado en Hostelería y Restauración por el Lycée Hôtelier d’Illkirch-Grafenstaden de Estrasburgo (Francia) y en Aptitud para la cata de vinos por el Institut d’Oenologie, Université de Bordeaux II (Burdeos, Francia), además de Master en Viticultura y Enología por la ETSI Agrónomos de la Universidad Politécnica de Madrid, junto a otros títulos que tienen que ver con el conocimiento de idiomas y el comercio internacional. En la actualidad tiene una asesoría propia y colabora regularmente escribiendo sobre gastronomía en esta revista.

Así pues, la materia escogida para la cata entre amigos no solo no le es desconocida, sino que tiene sobre ella un dominio absoluto. Y eso se notó en la cita, que reunió a diez amigos frente a un abigarrado folio informativo, un mapa de la Francia vitivinícola preparado ex profeso y unas copas, todo para disfrutar de un rato formativo y divertido en buena compañía. Estar entre amigos tiene una ventaja que a la vez puede ser una desventaja: el relax y las bromas que a veces distraen del objeto de la cita también son un escape para retomarla con nuevas energías.

Los vinos seleccionados, por este orden, fueron el blanco Chablis 2020 - AOC Chablis - Patriarche Père & Fils - Beaune (Borgoña), monovarietal Chardonnay; el también blanco Gustave Lorentz riesling lieu dit burg 2017 - AOC Alsace - Gustave Lorentz - Bergheim (Alsacia), con uva Riesling; y cinco tintos. Estos fueron Beaujolais nouveau 2021 - AOP Beaujolais Nouveau - Trenel - Charnay-Lès-Mâcon (Borgoña), monovarietal Gamay, de maceración carbónica; Bourgogne pinot noir 2018 - AOC Bourgogne - Bouchard Ainé & Fils - Nuits-Saint-Georges (Borgoña), elaborado con la variedad Pinot Noir; Chateau Vieux Cantenac 2019 - AOC Saint Emilion - Yvon Mau - Saint-Emilion (Burdeos), un coupage de 70% Merlot, 20% Cabernet Franc y 10% Cabernet Sauvignon; el Cotes du Rhone reserve 2019 - AOC Côtes du Rhône - Famille Perrin - Orange (Ródano), con uvas Garnacha 40%, Monastrell 40% y Syrah 20%; y por último Domaine Aubert 2015 - AOC Madiran - Christine Dupuy Viticulteur - Maumusson (Suroeste) , con una variedad poco conocida por aquí, como es la Tannat.

Como se ve, variedad, en las zonas productoras, las añadas, las variedades... y una elección estupenda dentro del prácticamente inabarcable mundo del vino francés.

El grupo de cata 'amateur', en plena faena.

Antes de la cata en sí se produjo un recorrido informativo por la realidad francesa, donde frente a las 80 denominaciones de origen de España hay más de 400, y donde la zona de producción es tan importante que en las botellas figura muy por encima de la razón de la bodega productora. Se habló de la directa asociación entre dichas zonas y las variedades de uva, de la larga tradición productora del país vecino, de la diferente realidad de los precios (“el vino en España es muy, muy barato”, dijo Vidal) y hubo un recorrido a vuelapluma por un mapa donde se señalaban esas zonas. Por aquí pueden sonar mucho Burdeos, Champagne, Alsacia, Provenza o Valle del Ródano, pero hay muchas más, como Sud-Ouest, Beaujolais, Jura, Bugey o Valle del Loira, que merece la pena descubrir.

Y llegó el momento de la verdad: después de la sagrada trilogía mirar, oler, probar, se comenzó el proceso, analizando el color de los vinos, la información que da en nariz y en boca, las características de cada uno, de su zona y de sus variedades, y mucha otra información gozosa, que predispone a futuras aventuras. Un buen rato cabalgando entre colores rubí y rojos cereza, taninos, notas frutales, olores a tabaco y cuero, sabores complejos y bocas redondas. Para quienes encuentren el método de hacerlo, algo muy recomendable.