La doble cuenta atrás del reloj más famoso del 4 de agosto
El de la torre de San Miguel ya está a punto para descorchar las fiestas de La blanca. En septiembre se restaurará
Como buenos relojeros, a los hermanos Pedro y Alfonso Suescun les gusta estar ya a primera hora, subidos en lo más alto de la torre de San Miguel, para poner a punto relojes como los de esta iglesia de Vitoria, uno de los que su empresa se encarga del mantenimiento, junto con los de San Vicente (de 1939, que “igual es el más bonito”), San Pedro, Plaza España (al que Pedro tiene especial cariño porque se puso en 1963, el año de su nacimiento), centro cívico Iparralde, iglesia de San Cristóbal y colegio Samaniego.
Pero como explica el primero de ellos, no lo hacen para evitar el frío más madrugador, como el que está haciendo esta semana en la que hasta el sol parece que se ha ido ya de vacaciones, sino por una cuestión meramente práctica.
“La razón fundamental es para evitar el tráfico de esas horas porque nos movemos en bici y es cuando mejor se va”, argumenta con una sonrisa.
Así que a esa temprana hora es a la que cita a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA en un encuentro al que acude con puntualidad británica, para explicar de qué manera están preparando la maquinaria de este reloj, construido en 1857 por Tomás de Miguel, en Madrid, y que ha comenzado una doble cuenta atrás.
"CAMBIARÁ SU SONORIDAD"
En primer lugar, porque apenas quedan unas pocas horas para que todas las miradas de la ciudad se claven en la aguja grande de su esfera la tarde del 4 de agosto, cuando a las seis clavadas descorche las fiestas de La Blanca.
Pasan los años... pero la tradición se mantiene viva
Y en segundo lugar, porque tras ellas, en septiembre, afrontará una restauración que, cuando acabe, como desvela, “le cambiará su sonoridad porque a la media va a repetir la entera. Así, la gente sabrá la media de qué hora es”.
"Hemos descubierto que sonaba originalmente así. El diseño es bueno para su época, pero el material es muy blando"
Será posible gracias a las piezas antiguas que encontró el heredero del anterior encargado de mantenimiento, ya que "hemos descubierto que sonaba originalmente así. El diseño es bueno para su época, pero el material es muy blando. Estos dientes –muestra señalando al interior de una de las ruedas– se los ha comido ya”.
Y en su esfera también se van a volver a pintar los números.
ASCENSIÓN DE VÉRTIGO
Como no podía ser menos, la entrevista tiene lugar en esta atalaya privilegiada de la capital, a la que solo se puede llegar tras superar una ascensión no apta para personas con vértigo o con problemas de movilidad, al ser por una escalera que se estrecha, e incluso inclina, cuanto más arriba se está.
“Los peldaños están bien”, asegura Suescun, tras la mirada incrédula de la fotógrafa que ilustra este reportaje.
“¿Seguro? Es que hay algunas que parece que tienen carcoma”, responde ella.
“Sí, además, esta no es la torre original. La otra se derrumbó (en el siglo XVI) y mató a algún vecino de las casas más cercanas”, tranquiliza, a su modo, este profesional.
Proseguimos con esta subida en la que es fácil quedarse sin aliento, pero no para Suescun, que ha tenido el valor de ir al gimnasio antes de esta quedada.
PRIMERA RECOMPENSA
Al de unos minutos, la torre ofrece su primera recompensa: sus campanas, aunque solo de las dos más pequeñas esta familia se encarga de su puesta a punto, porque son las que tienen relación con el reloj.
Y unos 26 metros más arriba, se llega a la joya de la corona: a su maquinaria de la que se encargan desde 1994.
“El problema es que uno de los dos (por su hermano y él), permanentemente, tiene que estar en Vitoria, porque ya pasó con el de la Plaza España, que si empieza a tocar, no para”, apunta.
EL TRUCO DEL DÍA 4
Este de San Miguel, tiene de peculiar que “es de los más antiguos en funcionamiento y que es el único no fabricado en Vitoria”, detalla con precisión Suiza.
Si bien, no realizan una puesta a punto especial para el día 4 “porque es continua, al igual que el ajuste de hora. Como es un reloj del siglo XIX, si la entera la da en punto, y cuarto lo da con 40 segundos de adelanto, porque hay desajustes mecánicos al no ser eléctrico”. Así que ellos “juegan” con eso.
“El día 4 lo ajustaremos para que dé las seis, exactamente, pero tiene truco”.
“¿Cuál?”, pregunta la que escribe estas líneas.
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“Que las campanadas que se oyen a las seis de la tarde, son las de este reloj, pero grabadas hace años, y se meten por megafonía”.
Vamos, lo que viene siendo un falso directo.
De lo contrario, como dice, no se oiría “absolutamente nada” con toda la algarabía de la Virgen Blanca. Bien lo sabe él que a esa hora señalada es de los pocos, junto a su hermano, que puede escucharla desde ese mirador, “por si se parara”, para reaccionar a tiempo.
No obstante, nunca ha habido un contratiempo en ese preciso instante, así que sus labores el resto del año se centran en esos ajustes de hora “porque a esos relojes les afectan los cambios de temperatura, como los que se producen en primavera, por un tema de dilataciones”. Y luego en las de engrase y limpieza.
Las hacen cuatro veces por semana, pero a darle cuerda suben dos. Normalmente, los lunes y viernes.
Y mañana, con más razón todavía, al caer en 4, no fallarán.