Medio siglo no se cumple todos los días. Y desde luego en la sociedad Urritza lo han celebrado a lo grande. Tocaba hoy soplar cincuenta velas en esta sociedad y han decidido hacerlo como mejor saben, en torno a una buena mesa en su sede de la calle Txikita, en pleno corazón de Gasteiz.
Un aperitivo para reunir a socios y exsocios y una comida posterior han sido el mejor telón de fondo para esta celebración de una sociedad gastronómica que reúne actualmente a 28 socios, “un tamaño ideal”, explica Jose Mari Uribe, que es uno de ellos. Urritza, además, presume de tener un hueco destacado en la historia de Gasteiz. Debutaron en 1977 en la tamborrada de San Prudencio y lo hicieron, nada más y nada menos, que portando la ikurriña la primera vez que desfiló en esta tradicional cita festiva alavesa. Una fotografía de aquel día histórico luce en el txoko como recuerdo.
Como en otros txokos, se han enfrentado en este tiempo a la dificultad del relevo generacional. La sociedad pasó un bache, explica Uribe, cuando vio que su viabilidad podía estar en peligro al haberse quedado con solo quince socios. Un momento al que respondieron decidiendo precisamente abrir la puerta a la entrada de gente más joven. Y la apuesta fue un éxito.
Con estas nuevas incorporaciones, se han unido al txoko otros trece socios, dos de ellas mujeres –una es la actual vicepresidenta de la sociedad–. Savia nueva para Urritza, que mantiene entre sus socios a quince de aquellos fundadores que en 1975 pusieron en pie la sociedad.
Un menú a la altura
Aunque Urritza celebra su aniversario coincidiendo con el 4 de agosto, este año ha decidido adelantar a hoy la celebración para dar a sus cincuenta años un protagonismo especial. Txistorra, gildas o volovanes de hongos han servido de aperitivo a un menú digno de la efeméride, con arroz caldoso de bogavante, carrilleras con parmentier de patata y, como colofón, la tradicional tarta Gasteiz con helado.
La siguiente gran cita, por supuesto, será el 4 de agosto, que volverá a ser día grande en Urritza y tocará prepararse para recibir a Celedón, como se merece y como siempre han hecho en estos cincuenta años, reunidos en torno a una buena mesa.