Hubo un tiempo en nuestro país en el que estaba prohibido opinar. Incluso diríamos que estaba prohibido hablar en voz alta sobre ciertos temas y quien lo hacía se exponía al castigo en forma de cárcel o a una sanción económica tan elevada que constituía en sí misma una forma de llevar los grilletes puestos para el resto de la vida. 

Pero en aquellos tiempos, ya se habrán imaginado de la dictadura de Franco, también hubo personas valientes que buscaron la forma de denunciar la vulneración de derechos humanos, de reivindicar la tan ansiada libertad perdida y de favorecer, con su ejemplo, que la sociedad no sucumbiera a las sombras de la imposición. Y en su camino se encontraron, a su vez, con personas valientes que hicieron por defenderles, pese a lo que ello les podía suponer en su ámbito personal y profesional. El primero de los ejemplos lo personaliza sin lugar a dudas Emiliano Ozaeta Romero, actual superior de los monjes benedictinos que están apunto de abandonar el monasterio de Santa María de Estibaliz tras toda una vida dedicada a su cuidado. El segundo protagonista es José Ángel Cuerda, exalcalde de Vitoria-Gasteiz cuya profesión ha sido, y es, la de ejercer de abogado, con especial atención a las personas más desfavorecidas y vulnerables de nuestra sociedad. 

El destino quiso unirlos en 1975. El 19 de octubre de aquel año, Emiliano Ozaeta aludió en su homilía del mediodía al pasaje de San Mateo, 22 15-21 del evangelio católico, en el que los fariseos preguntaron a Jesús si era lícito pagar impuesto al César con especial hincapié en la célebre frase “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Asimismo, los agentes de la Guardia Civil que se encontraban entre los oyentes consideraron impropio que Emiliano Ozaeta aludiera a la condena que los tribunales habían sentenciado a pena de muerte a personas acusadas de terrorismo. 

La acusación, por tanto, que dichas palabras eran contrarias al orden público “por atentar contra la unidad espiritual, nacional, política y social de España” y por “alterar la paz pública o la convivencia social”.

Para defenderle, José Ángel Cuerda argumentó que la intención de Emiliano Ozaeta no había sido otra que la de hacer poner en valor el amor. “El corazón del cristiano no puede albergar el odio que engendra la violencia. La paz solo se logra por el camino del respeto mutuo, del orden verdadero, de la libertad justa. Entender de otro modo mi homilía, es no haberla entendido en absoluto”, dejó por escrito el abogado José Ángel Cuerda. La multa, nada menos que 50.000 pesetas de la época. 

También la misa de las 11 

Sin embargo, no fue Emiliano Ozaeta el único chivo expiatorio de los agentes de la Guardia Civil que se encontraban aquel día de vigilancia en las misas de Estibaliz. Una hora antes se habían sentado a ver qué decía en su homilía el monje Jesús Arroniz, quien se ganó la apertura del expediente 338 por afirmar ante los fieles que “para que un gobierno sea legítimo es necesario que sea elegido libremente por todos los ciudadanos y busque el bien común sin ejercer medidas opresivas ni represivas”. Seguido “que los buenos cristianos no deben cooperar nunca con gobiernos injustos que no hayan sido libremente elegidos ni respeten la libertad de sus súbditos” y rogó por “las víctimas del terrorismo, por las de los dos bandos” y “porque logremos un gobierno justo”. 

José Ángel Cuerda alegó en su defensa si “¿no es cristiano pedir constantemente para que nuestros gobernantes sean cada vez más justos? ¿Cómo entender esta oración como un atentado a la paz pública o a la convivencia social?”, dejó escrito en el alegato. 

“Me parece increíble que se le acusara por estas palabras”, confiesa el exalcalde gasteiztarra a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA. “Sus palabras están en la primera línea de todos los principios religiosos habidos y por haber”, subraya. Al igual que su compañero Jesús Arroniz, se enfrentaba a una multa de 50.000 pesetas. 

También el superior

Para entonces tanto Emiliano Ozaeta como Jesús Arroniz ya sabían de la causa abierta contra el entonces superior del monasterio, Isidro Baztarrica Munduate, que se ganó la apertura del expediente 337 por su homilía de la misa del día 5 de octubre, con peor suerte, si cabe, que sus amigos puesto que, en su caso, lo que se pedía era la imposición de una multa de 100.000 pesetas. 

Isidro Baztarrica, en su homilía del 5 de octubre, leyó ante los asistentes fragmentos de un artículo del obispo de San Sebastián en el que bajo el título Ni una gota más de sangre defendía la paz que “no puede ser fruto de las muertes ni las represiones provocadoras, unas y otras, de reacciones de signo contrario”. También por dar lectura a una nota suscrita por la Secretaría Iustitia y Pax de la Archidiócesis de Barcelona en la que se transcribía un escrito de condena firmado por doce personas de las últimas ejecuciones de miembros de ETA y FRAP. Encabezando la lista de este grupo Joaquín Ruiz Giménez Cortés, quien fuera ministro durante la dictadura, pero con un distanciamiento paulatino del régimen desde la década de los 60. No hay constancia de que Ruiz Giménez fuese multado por estas mismas palabras.

José Ángel Cuerda los defendió 

La fortuna, para ellos, llegó un mes después. El fallecimiento de Francisco Franco llevó a la paralización de todos estos expedientes en una suerte de amnistía que libró a los tres sacerdotes de penas económicas que hubiesen sido incapaces de afrontar. La angustia se quedó en suceso y el suceso se convirtió en secreto por el paso del tiempo. 

Desde el mismo púlpito del monasterio de Estibaliz, los tres monjes benedictinos siguieron con sus homilías en la transición y la democracia. No faltó en ocasiones a oírles y a estar con ellos el ex alcalde de Vitoria. Hace una semana Emiliano Ozaeta se despidió oficialmente de la que ha sido su casa durante más de la mitad de su vida. Cuerda estuvo para decirle adiós. Ambos han mantenido su amistad durante todos estos años. Una amistad construida sobre el valor más importante de todos: la defensa de los derechos humanos.