Transmite auténtica vocación. Desde pequeña quería ser enfermera. Su experiencia representa a la de un colectivo que ha estado y continúa en esa primera línea de combate frente al covid. Beatriz Mendoza es vicepresidenta del Colegio Oficial de Enfermería de Araba y enfermera y jefa de la unidad de Atención Primaria Norte-Zuia, una veterana con cerca de 30 años de trabajo. Concretamente, en el centro de salud de Murgia de Osakidetza que atiende a 2.400 usuarios.

Hace un año China parecía estar muy lejos.

-Como todo el mundo, al principio veíamos algo extraño, allí, en China. Lo primero que pensamos es que era otro episodio de ébola y que pasaría lo mismo. Y pensamos que quizá veríamos algún caso. Pero, de repente, nos confirmaron que era coronavirus. Empezaron a llegar pacientes con fiebre, neumonías atípicas... Les estábamos atendiendo con material que teníamos del ébola y que creíamos que no volveríamos a usar. Luego llegaron las mascarillas, el lavado de manos, las citas telefónicas evitando en contacto... Esto nos ha cambiado mucho, mucho...

Como la llegada de un tsunami.

-Para los pacientes y para nosotros mismos. En la primera ola una compañera estuvo hospitalizada mucho tiempo y, como no conocíamos apenas nada del bicho, no sabíamos cómo evolucionaba. Tras la primera ola y la llegada del verano pensamos que iría mejor. Y en la segunda ola, otra compañera dio positivo... La palabra es incertidumbre.

¿Han cambiado las cosas desde ese inicio?

-Ahora tenemos acceso a la vacuna y trabajamos con más tranquilidad. Las mascarillas, el lavado de manos... han venido para quedarse. Llegaremos a normalizarlo pero no es fácil. Vivir con la inquietud de no llevar nada a casa, de si has podido contagiar a la familia, la espera del resultado de una PCR... eso no es vivir...

Las investigaciones continúan, y los conocimientos sobre los tratamientos avanzan rápido. ¿Le aporta tranquilidad?

-Es que antes era como dar palos de ciego. Se está avanzando rápido. Ahora sabemos que hay que administrar anticoagulantes a los pacientes covid y conocemos los síntomas. Aunque las secuelas son extrañas. Por ejemplo, tenemos gente mayor en una residencia con muchas infecciones de orina. Otros se sienten raros, con palpitaciones, sudores nocturnos... Cosas que no sabes explicar. Y a nivel emocional... Yo trabajo en una zona rural, con tres generaciones de pacientes. Hemos estado pendientes de ellos, pasando todos los días por sus historiales, y cuando veías que las cosas no iban bien... La carga emocional es importante. En general, el que no ha tenido a un familiar afectado, ha tenido a otro, a un amigo... Afecta en lo emocional... Lo bueno es que somos un equipo muy unido, y con esto más. El WhatsApp no ha dejado de funcionar: ¿cómo has estado?, ¿qué tal te va?...

¿Y la relación con los pacientes?

-Este bicho no nos deja ver a los pacientes. En ocasiones, el único contacto que hemos podido tener ha sido con el móvil o con notas... Muchos han estado en sus domicilios y hemos tenido que dejarles las cosas en la puerta. No hemos podido despedirnos, ni acompañarles en este proceso... Y cuando se reponen y vas al domicilio, ¿cómo no vas a abrazarles? Aún con todo, notamos que hay mucha tristeza en general. Nos falta chispa.

Sus pacientes son de todas las edades, y el virus no ha hecho diferencias. ¿Cómo han llevado hasta ahora la situación?

-Pues nos han sorprendido los niños, que se han adaptado de forma increíble. No protestan ni por tener que llevar la mascarilla, por no poder ir a jugar cuando están confinados... Trabajo también en pediatría y son estupendos. Pienso en ellos y en los abuelos que no pueden abrazarles, estar con sus nietos. Nos han hecho una canción... Yo atiendo a tres generaciones: padres, hijos y nietos. Y recibimos más de lo que damos. Hay que pensar que es un periodo de adaptación a esta nueva normalidad.

¿Cómo ve la evolución?

-Yo creo que en verano podremos alcanzar la inmunidad de rebaño de la que tanto se habla. Lo necesitamos como sociedad para volver a relacionarnos socialmente, a trabajar sin miedo... Ahora no nos permitimos ni tomar un café con los compañeros de trabajo, ese ratito de charla. Las relaciones se han modificado mucho entre nosotros. Pero soy optimista. ¿Has visto que este año no hay gripe? Es porque la mascarilla hace de barrera. Y lavarse las manos, etc. Todas las medidas que estamos tomando son positivas.

¿Qué momentos le han dejado huella?

-El peor, el brote en las residencias Orobide y Purísima Concepción de Murgia. Y el mejor, cuando dijeron que había vacuna. Yo ya estoy vacunada. También lo están siendo las personas mayores y, al final, esto será como un efecto dominó: los de 80, los de 70, 60... y llegará la inmunidad. La llegada de la vacuna ha sido el momento de ver la luz al final del túnel. Cuando supe que iban a vacunarnos, créeme que contaba los días hacia atrás.

¿Se siente cansada tras este año intenso?

-Todavía recuerdo la Semana Santa pasada, en plena primera ola de covid, todo lo que pasamos. Entendíamos que teníamos que estar allí. Pero ahora estoy bien. Seguimos en la pelea y entre todos conseguiremos vencer a este bicho. Los sanitarios ponemos nuestro granito de arena, y el resto, que cada uno haga lo suyo. Saldremos.