Las cifras multimillonarias que acompañan al Plan Industrial Euskadi 2030 del Gobierno Vasco coparán muchos titulares, pero el calado de la iniciativa presentada ayer trasciende la actual legislatura, el propio horizonte 2030 y la inversión anunciada. No es en absoluto despreciable el esfuerzo inversor de 3.800 millones de euros de dinero público con el que se quiere afianzar una agenda transformadora y movilizar inversiones privadas por valor de 12.000 más en esta legislatura. Sin embargo, lo trascendente de la iniciativa es su calado y orientación estratégica multidisciplinar, la complementariedad de los ejes de actuación y la definición de objetivos para asegurar un sector industrial competitivo y sostenible, con vocación tecnológica de vanguardia y tractor del bienestar y el empleo de calidad.

El Plan del Gobierno Vasco es un plan de contenidos y objetivos. La concreción de los mismos permitirá monitorizar su implementación y valorar en cada momento el grado de avance y adaptabilidad en función de un entorno cambiante en lo tecnológico, lo industrial y lo comercial. En él se pueden hallar iniciativas para retos clásicos del país: desarrollar y captar nuevo talento; incorporar con contundencia el potencial de las mujeres en un sector históricamente masculinizado; ganar tamaño en las pymes para permitirlas ocupar espacios en un mercado global. Pero también otros retos definidos y apuntados como diana de la acción compartida de la iniciativa pública y privada, que propicien el arraigo empresarial en el país, la descarbonización de la actividad –con especial atención al desarrollo de redes eléctricas y del sector energético propio y renovable–, la atracción de la inversión extranjera o la inserción de la tecnología de vanguardia –con la IA que ha llegado a revolucionarlo todo– en el sector industrial vasco.

La aportación de suelo industrial que compromete el Ejecutivo de Pradales o la mayor eficiencia administrativa para acortar plazos a nuevos proyectos industriales deben facilitar un proceso que debe ser evolutivo, no una ruptura abrupta ni traumática de las pautas de actividad, pero sí un firme impulso a su modernización. La industria es tractora del actual nivel de bienestar y calidad de vida del país y una seña de identidad de la economía vasca que tiene en este plan un nuevo marco para su desarrollo.