Los resultados de las elecciones celebradas el domingo en los estados alemanes de Sajonia y Turingia confirmaron los peores augurios que vaticinaban un extraordinario auge de la ultraderecha. Por primera vez en el país desde la Segunda Guerra Mundial y el fin del nazismo, una formación de extrema derecha –Alternativa para Alemania (AfD)– ha ganado unos comicios en un lander (Turingia) y, además, ha quedado en segunda posición en el otro (Sajonia), a escasa distancia de la conservadora CDU. Estos resultados suponen un terremoto político en Alemania, que revive fantasmas del pasado, pero también para toda Europa, que día a día percibe que la ultraderecha va ganando terreno en todos los países con sus discursos radicalmente xenófobos, antiinmigracion, antifeministas y homófobos, su guerra cultural y sus populistas propuestas contra los partidos y las políticas del sistema democrático. La situación es alarmante. Tal y como asumió ayer el líder de la CDU, Friedrich Merz, los resultados de las elecciones inquietan, preocupan y obligan a la reflexión. Una obviedad que es obligado aplicar a las consideraciones realizadas por el propio dirigente conservador, que aludió a “la presión incontrolada de la inmigración” como uno de los “problemas sin resolver” por parte del Gobierno alemán que lidera su partido y que instó a la coalición del Ejecutivo de Olaf Scholz a “corregir”. Hay que tener en cuenta que el Gobierno ya endureció sus posiciones y sus políticas en materia migratoria en los últimos días de la campaña, posiblemente como medida para frenar los muchos apoyos que se preveía iba a recibir la ultraderecha, e incluso reanudó las deportaciones a Afganistán. El auge ultra no se combate copiando sus propuestas y sus políticas, como ha quedado ampliamente demostrado, sino con firmeza, planteamientos alternativos que respeten la legislación internacional y los derechos humanos y gobiernos estables y sensibles a las demandas ciudadanas. Porque no solo la inmigración explica el voto ultra en estos estados del Este alemán, sino también la desafección política, la economía y el paro. Con todo, probablemente los partidos democráticos aplicarán el cordón sanitario contra la extrema derecha y formarán gobiernos. Pero serán sus políticas las que pongan freno o relancen aún más al fascismo. En toda Europa.
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