Kamala Harris ya es la candidata del Partido Demócrata a la presidencia de EEUU tras los cuatro días de Convención en Chicago. La carrera hacia la Casa Blanca ya está lanzada con Trump como rival y la vista puesta en noviembre. Es inevitable mirar a EEUU cuando se celebran elecciones importantes. Lo que ocurre en EEUU afecta a todo el mundo, incluso aunque muestre cada vez más luminosas señales de agotamiento. Más si están en juego de nuevo los valores más básicos de la democracia. Con una sociedad divida en dos bandos cada vez más irreconciliables y con las bases sociales y políticas más polarizadas si cabe que hace cuatro años, el abandono de Biden, tras los síntomas del deterioro de su salud y unas encuestas que le situaban en caída libre de popularidad, ha permitido recuperar la euforia demócrata con la proclamación de Harris. Es cierto que Trump tiene aún una amplia base de seguidores en EEUU, pero también lo es que su discurso es un vehículo movilizador de millones de electores para poner freno a sus desvaríos y delirios. Ése es el estado de ánimo que han recuperado los demócratas con Kamala Harris y que puede volver a ser la clave para ganar de nuevo a Trump. Aunque solo sea como respuesta anímica de rechazo a los habituales hechos alternativos con los que Trump pretende fundamentar su errático discurso político, ideológico y de gestión. Incluso cuestionando desde la base la credibilidad de todo el sistema democrático de EEUU. Su propuesta populista y extremista mezcla de forma caótica tópicos de la derecha más ultraconservadora con posiciones económicas sin orden ni concierto. Aún así, la Convención de Chicago ha trasladado una imagen de optimismo, quizá excesivo. Pese a todo, Harris no lo tiene fácil. Necesita una unidad total de todos los sectores y corrientes que del Partido Demócrata –también ha habido desencuentros importantes, como el veto a los delegados demócratas que exigen el fin de envío de armas a Israel o haber pasado de puntillas sin concreciones sobre su Programa Político–, y una gran movilización de la sociedad en las urnas. Sin olvidar que tampoco el establishment demócrata es ninguna garantía de defensa de la democracia y los derechos humanos si eso es muy arriesgado o simplemente molesta a los intereses de la geopolítica de EEUU. En todo caso, Harris parece mejor alternativa para la democracia y las libertades que un tipo como Trump y su agenda alocada, imprevisible y ultra.