Una sacudida de los mercados de Bolsa siempre es motivo de atención por la conexión que su comportamiento tiene con las perspectivas de evolución de la economía real y porque se le atribuye una función anticipatoria del comportamiento de las grandes empresas. Lo que no quita para que los índices de estos mercados son especialmente sensibles durante el verano a cualquier movimiento por el reducido volumen de dinero que se mueve comparativamente en estas fechas. Las Bolsas llevan días hipersensibles y se deslizaron ayer hacia una severa corrección por factores mútiples, a decir de los expertos. El primero de ellos, la escalada de valor acumulada en los títulos de las tecnológicas estadounidenses. En cotas que ahora se admiten infladas, los títulos de estas empresas arrastraron ayer a la baja a todo el mercado encadenando el nerviosismo que provocó una débil creación de empleo en Estados Unidos, conocida estos días, con el temor a interpretarlo como la antesala de una recesión. La curva comenzó en los mercados asiáticos por la política monetaria de Japón, que reforzó su moneda ante el resto de divisas con la misma estrategia de tipos elevados que se aplica en EEUU, Reino Unido y Europa. Desde hace semanas, los analistas de mercado venían pidiendo una relajación del precio del dinero y, al no producirse, por la prioridad de los bancos centrales de contener la inflación, se proyecta el temor a una caída de la actividad económica encadenada en ambas costas del Atlántico y el Pacífico. El castigo al ahorro que puede suponer esta tendencia será importante si se extiende. Pero, por el momento, hay mucha operación defensiva de materializar ganancias acumuladas que de verdaderos riesgos de desplome de la economía. Los reguladores bancarios tienen margen para volver a inyectar liquidez en el mercado con una relajación de su política monetaria y, en todo caso, siempre es conveniente que los mercados de futuros no marquen el desarrollo de la economía real con profecías autocumplidas que demasiadas veces castigan el desempeño de la actividad para proteger intereses inversores particulares. El constipado bursátil de un mecado inflado en valor no debería durar ni provocar decisiones precipitadas en un marco en el que las previsiones macroeconómicas no ofrecen motivos de pánico.
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