El primer aerogenerador flotante de todo el Estado está instalado ya en la costa vasca, generando electricidad y desarrollando pruebas avanzadas de una tecnología que es clave para la transformación energética que permita una actividad sostenible ambientalmente. Con los vaivenes propios de un sector de tecnología ultra avanzada, el de las energías renovables ha calado desde hace décadas en la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV) y la Foral Navarra. Lo ha hecho en el tejido empresarial y en la innovación con una amplia estructura de proveedores, desarrolladores de tecnología y manufactura que son referencia internacional. La energía eólica, la solar fotovoltaica y otras con potencial en desarrollo, como la geotérmica y la maremotriz, son ya hoy una realidad que acompañan a la hidráulica en la doble labor de producir energía limpia y de reducir la dependencia de terceros. Sin embargo, en el ámbito de la generación local, el camino aún es largo y el desarrollo no es equilibrado. Así, mientras Nafarroa se beneficia ya de una capacidad de producción renovable que se acerca cada vez más al 60% del total instalado y cubre ya casi la mitad –45,4%– de la energía generada, la CAPV no llega al 16% de su capacidad de generación energética residenciada en energías limpias, que generaron el pasado año un 11,2% de la producción total. Cierto es que la configuración geográfica de ambas comunidades es dispar y que en los territorios de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa hay menos enclaves propicios para la instalación de plantas eólicas o solares de los que disfruta Nafarroa. Pero no es menos cierto que, habiendo la tecnología y la capacidad de construcción, esta beneficie mayoritariamente a clientes externos y no a la propia ciudadanía local –ayer mismo conocimos que 170.000 familias chilenas se beneficiarán del suministro de energía solar gracias a un proyecto vasco–. Para dar el impulso necesario a esta transformación energética es preciso que el compromiso económico e institucional se acompañe del político y social. Que abandonemos, como país, la tentación hiperlocalista de rechazar todo cambio en nuestro entorno y de explotar políticamente el malestar, demasiadas veces inducido, por los proyectos que precisa el país. La ecología sostenible en términos de bienestar responsable es la que apoya la tecnología y la innovación.
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