La decisión adoptada el pasado jueves por el Banco Central Europeo (BCE) de proceder a una nueva subida de los tipos de interés en un cuarto de punto, lo que eleva el precio del dinero hasta el 4,5%, es muy discutible desde el punto de vista técnico y en términos de impacto en la economía. Se esperaba con cierta expectación e inquietud la resolución del organismo presidido por Christine Lagarde, toda vez que el evidente estancamiento de la economía y la amenaza de una posible recesión aconsejaban prudencia respecto a esta política de rigidez del BCE bajo el objetivo de la lucha contra la inflación. Sin embargo, la institución que fija la política monetaria de la zona euro aprobó la que es la décima subida consecutiva de los tipos en poco más de un año, que han alcanzado un nivel preocupante que no se veía desde hace algo más de dos décadas. Nadie duda de que el propósito de rebajar la inflación es loable y necesario. Pero hay varios aspectos que se deben tener en cuenta. En primer lugar, que el objetivo marcado por el propio BCE de alcanzar y mantener la inflación en el 2% es cuestionable y no puede convertirse en una meta fija al margen de otras consideraciones. Diversos expertos abogan ya por revisar esa tasa o, al menos, no convertirla en dogma de fe. Además, deben explorarse otras formas alternativas de reducir la inflación sin recurrir de manera sistemática al alza de los tipos de interés. Esta política que está aplicando de manera tan inflexible el BCE tiene consecuencias directas, tanto en la economía como en las familias. Por una parte, porque supone un evidente freno a la inversión y al consumo, lo que redunda en una desaceleración. Por otra, porque tiene repercusión directa en la subida del euríbor, lo que encarece las hipotecas a tipo variable de millones de ciudadanos, ahogados ya por las sucesivas crisis y el imparable crecimiento de los precios de productos básicos. En su comparecencia para dar cuenta de esta nueva subida de tipos, Lagarde insinuó que podía haberse terminado este ciclo de sucesivos incrementos, sin bien su segundo, Luis de Guindos, matizó que no habrá rebaja al menos hasta el año que viene. El BCE debe revisar sus postulados y evitar convertir objetivos en totems, como el de la inflación al 2%, y mirar más a la economía real de las empresas y la ciudadanía.