El dato adelantado de inflación vuelve a constatar la subida de la cesta de la compra en febrero en el conjunto del Estado, pese a las reducciones del IVA aplicadas por el Gobierno de Pedro Sánchez. El coste de la vida escaló otras dos décimas –hasta el 6,1% interanual y el 7,7% en la tasa subyacente– en el último mes y el efecto de las medidas se hace esperar. A este impacto sobre el poder adquisitivo de la ciudadanía se suma la estrategia aplicada por los Bancos Centrales de encarecer el precio del dinero. El mercado interbancario anticipa la próxima subida de tipos anunciada para este mes por el Banco Central Europeo (BCE) y ya ha situado el euríbor en el 3,5%. La traducción para muchas familias atadas a un préstamo hipotecario a tipo variable es que la próxima revisión de sus cuotas supondrá un pellizco importante a su equilibrio de cuentas. La alternativa de saltar a un préstamo a tipo fijo llega tarde para muchos de ellos, en tanto el propio mercado sitúa ya sus TAE más de un punto por encima del Euríbor. En torno a 180.000 alaveses, vizcaínos, guipuzcoanos y navarros encaran la perspectiva de un aumento de los intereses en sus cuotas hipotecarias de casi cuatro puntos porcentuales en su revisión anual. El riesgo de la estrategia de contención de la inflación está en que no bastará incidir sobre la demanda mediante un crédito más caro. Los factores que están determinando el alza de los precios no son estrictamente de mercado en el sentido de que hay un descenso objetivo en la capacidad de compra frente al incremento de los precios. La energía, el transporte y los cereales siguen incidiendo sobre el coste acumulado de la cadena de suministros y, en un sistema de comercio tan globalizado, las medidas locales tienen poco margen de éxito. Los límites de la receta del BCE pueden estar alcanzándose si el encarecimiento del crédito se suma al aumento de costes de producción y la actualización de los salarios. Enfriando la economía se pretende contener precios pero, alargando el tratamiento, también se enfriará el crecimiento y la creación de empleo y la alternativa de un frenazo brusco de la demanda también tendrá un coste en términos de actividad y paro. Un panorama endiablado que vuelve a apelar a repartir el esfuerzo entre el margen de la oferta y la capacidad de gasto de la demanda.